En los umbrales de unas elecciones, por demás cada vez más tensas, y con unos legisladores que han privilegiado sus intereses particulares sobre los nacionales es quimérico esperar siquiera una pequeña dosis de ecuanimidad en la discusión del presupuesto complementario que conocerá mañana en segunda lectura la Cámara de Diputados.
Pero tratándose de una pieza tan compleja, aparte de ser cuestionada por reputados economistas, no es sensato que se imponga sin las debidas ponderaciones, sobre la base de una mayoría mecánica.
El atropello en que incurrió el Senado al aprobar el proyecto por 150 mil millones de pesos en 25 minutos, sin estudiarlo ni nada, no debería repetirse en la Cámara Baja bajo ninguna circunstancia.
Los diputados, sin importar que al final prevalezca el interés político, deben discutir el proyecto aunque sea para edificar a la opinión pública.
En la sesión en que se aprobó la primera lectura lo que se observó fue un ingrato espectáculo que afectó más la imagen de los legisladores. Se estima que por la crisis sanitaria en el presupuesto complementario el gasto en salud ha debido ser primordial.
Es prudente, como observó el Centro Regional de Estudios Económicos y Sociales (Crees) que todo gasto sea priorizado, y en ese sentido realizarse los ajustes necesarios para su control y una mejor reasignación entre los ministerios.
A pesar de la coyuntura lo político no debería primar sobre lo racional o el interés de la nación en la discusión del presupuesto complementario. Los diputados deben comprenderlo.

