En la mayoría de los hospitales públicos, declarados en estado de emergencia por escasez de medicamentos e insumos, el personal médico y paramédico ejerce una medicina de guerra, sin medios siquiera para poder diagnosticar la enfermedad que padecen las personas que llegan a esos centros en busca de alivio. La situación de crisis se agrava por los enormes contingentes de pacientes que colman las emergencias de esos centros con síntomas del virus chikungunya, al punto que el servicio colapsó en Santo Domingo, Haina y San Cristóbal. En el Luis Eduardo Aybar no funciona el laboratorio y los médicos no disponían de paletas para revisar boca y gargantas de niños y adultos, señal de la extrema gravedad de una crisis hospitalaria que va de mal para peor.
El ministro de Salud Pública, doctor Freddy Hidalgo, ha advertido sobre la imposibilidad de revertir esa situación de calamidad, a menos que los hospitales restablezcan el cobro por consulta e internamiento a través de las Administradoras de Riesgos de Salud.
Se sabe que el Gobierno ha dispuesto de partidas extraordinarias a Salud Pública para afrontar la propagación de chikungunya, que según el Colegio Médico afectaría a la mitad de la población, lo que significaría pérdidas millonarias por ausentismo laboral y costos médicos.
Aun así, se requiere con urgencia que las autoridades diligencien recursos para dotar a los centros asistenciales del Estado de medicina e insumos, así como rehabilitación de laboratorios y de otros equipos imprescindibles para afrontar lo que se ha definido como situación de emergencia.
No se hable de seguridad social, en una nación donde operan hospitales de referimiento que carecen hasta de una paleta para auscultar la garganta de un niño, y que tampoco disponen de medicamentos esenciales, insumos o laboratorios.
A más de una revisión profunda al anacrónico sistema hospitalario y a la ley 87-01 sobre Seguro Familiar de Salud, se requiere una inmediata intervención del Gobierno en los hospitales públicos agobiados hoy por una cruenta crisis que obliga a su personal a ejercer una medicina de guerra.