La semana pasada el controversial empresario Erick Prince, quien fuera dueño de la empresa de seguridad privada Blackwater, anunció un acuerdo con el gobierno de Haití en el cual se le promete un control parcial de los ingresos arancelarios de Haití sobre el comercio en la frontera con la República Dominicana a cambio de su colaboración para acabar con la violencia de las bandas criminales que afectan a ese país.
Si bien oficialmente esto no ha sido confirmado por el gobierno de Haití, se sabe que mercenarios internacionales han estado operando en Haití desde al menos marzo de 2025 y que Prince ha logrado acuerdos similares con países como la República Democrática del Congo, lo que da credibilidad a sus afirmaciones. Es evidente que esta situación es extremadamente delicada para la República Dominicana y sus intereses.
Eric Prince, ahora actuando por conducto de la empresa Vectus Global, está asistiendo al gobierno de Haití con el problema de las bandas criminales que controlan casi todo el territorio de ese país. A su empresa se le ha atribuido el uso reciente de drones que han atacado directamente al liderazgo de varias de las bandas criminales en Haití. Esta presencia de grupos paramilitares extranjeros en Haití es una escalada que amerita la atención muy cercana de la República Dominicana, por lo que esto supone para el futuro inmediato de nuestro vecino y su estabilidad de largo plazo.
Por un lado, un acuerdo donde se cede control sobre los ingresos arancelarios del comercio en nuestra frontera con Haití va a condicionar por tiempo indefinido nuestra política comercial con ellos. Negociar un acuerdo comercial con Haití que establezca condiciones favorables para nuestros productores no va a ser posible en un mundo donde los ingresos de un grupo de mercenarios dependen de ello.
Más grave aún, no queda claro cómo un grupo de mercenarios favorecerá una estabilidad en Haití que se oriente hacia la creación y el fortalecimiento de sus instituciones estatales, de hecho la dinámica de incentivos para esos mercenarios es diametralmente opuesta a ese objetivo.
Los extremadamente limitados recursos que tiene el gobierno de Haití ahora están incluyendo el pago de mercenarios, en directa competencia con los pocos recursos que ya recibía la policía de Haití, y su inclusión en los ingresos arancelarios resultantes del comercio en nuestra frontera garantiza su permanencia en las costillas presupuestarias de ese país para el largo plazo.
Como si lo anterior no fuera suficiente, Eric Prince es un importante contribuyente y una persona de mucha influencia sobre el liderazgo del vecino del norte del cual, bajo la hipótesis del bosque oscuro, trataré de no abundar demasiado, pero que recientemente se ha demarcado por una política exterior que favorece la extracción de riquezas de los países a cambio de su soporte político y diplomático. Mientras esa situación no cambie, es poco probable que el problema que ahora se cierne sobre Haití cambie.
Para la República Dominicana esta situación es un problema mayúsculo. Viviendo en la era del bosque oscuro es muy poco lo que podemos hacer respecto de esto.