Tras dos años de guerra, miedo y duelo, la Navidad vuelve a asomarse con cautela en la Iglesia de la Sagrada Familia de Gaza, corazón de la pequeña comunidad católica del enclave, con adornos rescatados del pasado y con la voluntad de una comunidad marcada por la pérdida pero decidida a mantener viva la esperanza.
“Durante dos años muchas personas perdieron a sus madres, hermanos o seres queridos, y la tristeza se extendió entre mucha gente, dentro y fuera de la iglesia. Hoy, con el alto el fuego, las cosas han comenzado a cambiar y hemos empezado a pensar en cómo alegrar a los niños y también en cómo poder alegrarnos nosotros mismos”, dice Amin Sabagh, miembro de la parroquia.
Durante la guerra, explica Sabagh a EFE, las celebraciones navideñas se limitaron exclusivamente a actos religiosos dentro de la iglesia. La situación de inseguridad extrema, resultado de los bombardeos israelíes constantes, impedía incluso el recorrido de los pocos metros que separan la calle del interior templo.
El alto el fuego, un pequeño respiro
El alto el fuego, dice, ha supuesto un pequeño respiro. Los adornos que decoran hoy la iglesia y el belén no son nuevos- estuvieron guardados durante todo este tiempo y muchos resultaron dañados. “No hay artículos nuevos en los mercados”, explica Sabagh. “Dependemos de lo que ya teníamos».
Como es tradición, la congregación colocó una corona verde en la cruz situada en lo alto de la iglesia. A su lado, permanece incrustada una esquirla de una bomba israelí que explotó en la entrada del templo, una huella visible del dolor de los últimos años.
“Cada vez que miramos la fachada recordamos a cuatro personas que murieron ese día”, dice Sabbagh. La iglesia se había convertido entonces en refugio para numerosas familias.
Entre quienes se refugiaron en ella está Maryam Hazem Tarzi, de 13 años, que vive allí desde el inicio de la ofensiva en 2023. “Estamos muy contentos porque estamos decorando la iglesia para la Navidad”, cuenta. Para ella y otros niños, volver a colgar adornos supone un gesto nuevo tras un largo periodo de tristeza. Aunque reconoce que aún se escuchan disparos y explosiones ocasionales, dice sentirse algo más segura.
Julie Ayad, de 14 años, participa también en los preparativos. “Cada año esperamos con ilusión el belén”, explica mientras ayuda a colocar adornos en el árbol de Navidad.
Una comunidad que reza por la estabilidad
George Anton, director de operaciones del Patriarcado Latino en Gaza y presidente del Comité de Emergencias de la Iglesia Católica, explica que, antes del conflicto, las festividades se extendían por casas, comercios y calles. Hoy, muchos de esos espacios ya no existen. “Hemos perdido casas, centros y, lo más importante, personas”, se lamenta Anton.
La comunidad cristiana de Gaza, añade, se ha reducido drásticamente a lo largo de los últimos dos años. De unas 1.100 personas antes de la guerra, quedan ahora alrededor de 500 debido a muertes, desplazamientos y salidas del país.
“El papa León XIV permanece siempre informado sobre lo que ocurre en Gaza y en la comunidad cristiana. Esta labor no se ha interrumpido desde la época del papa Francisco, y la iglesia sigue prestando sus servicios a todos los ciudadanos en Gaza”, asegura el director de operaciones del Patriarcado Latino.
Pese a las dificultades, Anton destaca el entusiasmo de los niños, que expresan ahora, a través de las risas y la decoración, seguridad y esperanza tras años de miedo, hambre y frío. En la misa navideña de este año, dice, su comunidad rezará unida por la llegada de estabilidad a la región.

