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Nepotismo: quitándole alas

Nepotismo: quitándole alas

Oscar López Reyes

(y II)

En un rejuego tan mágico como los cuentos infantiles sobre Pinocho -el de la nariz abombada-, así como la toma y daca por jerarcas de instituciones públicas: te pongo y tú me pones y, en la panza de denuncias y cancelaciones presidenciales y edilicias, las alas del nepotismo empiezan a ser recortadas. El empoderamiento ciudadano por reducir los tentáculos de ese diablillo cortesano, que exhala como una matrona aristocrática, se afinca en la aplicación del canon legislativo.

A la coyunta consanguínea se le denomina nepotismo, definido como un “favoritismo, predilección, privanza, privilegio, favor, arbitrariedad, parcialidad, preferencia, apoyo, beneficio”. Y, como ganga de la Diosa retórica, el nepotismo también ha sido interpretado como una “desmedida preferencia que algunos dan a sus parientes para los favores o empleos públicos” , por discriminatoria afinidad política o por nexos familiares.

El vocablo nepotismo apisona su etimología y su origen en el latín nepos o nepotis, que quiere decir sobrino y nieto. Los papas otorgaban los altos cargos de la Iglesia católica y otras concesiones a sus sobrinos, porque no tenían hijos legítimos o no admitían que los habían concebido. Por las impugnaciones y denuncias de los grupos cristianos o reformados protestantes, en el siglo XVIII las investiduras eclesiásticas y otras preferencias fueron prohibidas por la Curia Romana Cardenalicia o “cardenales nipotes”.

Aunque el favoritismo en la empleomanía imperó desde el siglo VI a. C. en Grecia, en el imperio Napoleónico de Francia del siglo XIX, en el Imperio Romano, el vocablo nepote empezó a ser pronunciado desde 1734, y el vocablo nepotismo se popularizó a partir de 1843.

El nepotismo no evalúa la preparación ni la experiencia de un individuo para desempeñar un cargo público, sino el parentesco afectivo y la lealtad. Así se incurre en conflictos de intereses, abuso de autoridad y tráfico de influencias, que se tipifican como una práctica corrupta vergonzante.

Por ese vicio punible, está proscrito en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Constitución dominicana, las leyes y otros estatutos jurídicos nacionales e internacionales.

 ¡Pucha! Sigue siendo abundante en instituciones estatales y, en la barcaza de la soberbia, bastantes funcionarios se resisten a cumplir las leyes citadas. Empero, en los últimos dos años se observa una reducción del enchufismo, con la aplicación parcial de la Ley de Función Pública. Comienza a perder el equilibrio, como cuando a un gato le quitan los bigotes.

¡Oh! Toca a los ciudadanos elevar denuncias públicas sobre el comprobado nepotismo, y someter recursos en el Tribunal Superior Administrativo (TSA) y el Juzgado de Paz de Asuntos Municipales. Sólo así les sacarán las aguas a ese engendro disoluto y antidemocrático, y lo dejarán sin oxígeno, como los peces fuera de las lagunas.