La VII Cumbre de las Américas, que concluyó el sábado en Ciudad de Panamá, marca un antes y un después en la visión de Estados Unidos sobre el continente, que puede diferenciarse a partir del deshielo de los nexos con Cuba y el cambio de actitud hacia Venezuela.
El presidente Danilo Medina, quien participó en esa histórica reunión de mandatarios, resaltó el giro asumido por Washington en su política hacia América Latina, al señalar que la reanudación de relaciones con La Habana reconfigura el rol de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Fue en ese nuevo escenario que el presidente dominicano propuso que la región aborde en conjunto temas como el impulso a las Pymes y el combate al narcotráfico, y la razón por la cual instó a la comunidad internacional a socorrer a Haití, cuyo drama no puede ser acarreado solo por su vecino.
Sería una fatalidad que Gobierno, clase política, empresariado y sociedad civil alimenten un discurso global muy alejado de lo que hoy discurre en Estados Unidos, América Latina y el resto del mundo, porque República Dominicana no debería retornar a una agenda radicalmente insular.
La clase dirigente parece ignorar que el sábado último, el presidente Barack Obama presentó formalmente a Cuba ante el concierto de naciones de su traspatio, con todo lo que eso implica en el relanzamiento de esa nación con ofertas y demandas relativamente similares a las dominicanas.
También se ignoraría que la más reciente advertencia de la directora general del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, de que la era de las vacas gordas acabó para América Latina, que tendrá que someterse a un programa de reformas para poder crecer.
Los temas que dominan el debate político, económico y social son en su mayoría insulsos, difusos, insustanciales, coyunturales y desconectados de la realidad que vive el mundo de hoy, por lo que puede decirse que el insularismo predomina en el pensamiento y praxis de la dirigencia nacional.
Ojalá que las novedades de que Cuba ha vuelto, de que China redujo sus previsiones de crecimiento, lo que afecta a las economías latinoamericanas, y de que la región en su conjunto solo crecería en 2015 apenas un 1% del PIB, ayude a despertar a ese liderazgo embriagado de nimiedades.