Opinión Articulistas

Nochebuena con Toribio y Donis

Nochebuena con Toribio y Donis

Chiqui Vicioso

En el saludo a la multitud que colmaba Casa de Teatro, Freddy Ginebra afirmaba entusiasmado que el vecindario se había convertido en un Broadway, con Guloya y Las Mascaras al doblar; el Centro Cultural de España; el Centro cultural BanReservas; INDOTEL y el Museo Mella Russo.

Un ambiente de fiesta inundaba el espacio, con una calle El Conde bellamente iluminada; y una Arzobispo Meriño repleta de buganvilias y novios. Esa noche habíamos visitado una exposición de Ricardo Toribio, un artista de San José de las Matas, que ha creado una pintura que sin dudas se puede denominar como realismo mágico latinoamericano.

Un mundo mágico de casas flotantes, bajo la sombra de árboles mágicos que brotan de los techos capturando los vientos del Mar Caribe. Isla vista desde el cielo, un archipiélago de pequeñas islas, donde se divisan montañas, ríos, casas, animales, parejas, una realidad de ensueño, celebrando la vida en su maravilloso colorido y simplicidad.

En esas islas, que son todas Santo Domingo, imaginamos a Walt Whitman cantándole a sus Hojas de Hierba: “Creo que una hoja de hierba no es menos que el día de trabajo de las estrellas, y que una hormiga es perfecta, y un grano de arena”.

Y, como un Mago de Oz, Toribio, con 42 años de experiencia como pintor, artesano y aprendiz de poeta. Ganador del Primer Premio de Pintura de la Bienal León Jimenes en 1996; y creador en 1998, en el MAM, de “El paisaje de los Dioses Secretos”, inaugurando una estética original, figurativa, ingenua, llena de simbología magicorreligiosa. Toribio, niño grande, disfruta invitarnos a su mundo en su “Memoria de un Visitante al Archipielago Solar, actualmente exhibiéndose en el Centro Cultural de España.

Toribio también ha rescatado los cantos de la sierra, los cuales comparte con las escuelas de su loma, acompañado de sus cinco hijos, todos músicos y cantantes. Algo que el Ministerio de Educación podría incorporar al currículo escolar.

Pasar del Centro Cultural a la Casa de Teatro, a ver la obra Bastardo, de Rafael Morla; bajo la brillante y sobria, dirección de la dramaturga guatemalteca Patricia Orantes, completó la noche, porque nunca imaginamos el festín de buena dirección y actuación que íbamos a presenciar. Ahí descubrimos a Donis Taveras, sin duda uno de los mejores actores del país.

Donis, supuesto nieto bastardo de Trujillo, nos mantuvo en vilo durante un monólogo, donde con apenas una caja con girasoles y una banquetita, supo expresar las grandes contradicciones de una dominicanidad que en su cultura cotidiana todavía es trujillista; evidenciando las contradicciones entre el antihaitianismo, el teórico y, el que se deshace en la convivencia cotidiana entre amigos. Una verdadera noche buena.