Soy de aquellos, que, en cuanto a la tecnología, sé un poquito más que conocer las teclas que se deben pulsar para obtener determinado resultado, pero, en cuanto al uso del cerebro, eso es otra cosa, ya que no lo tengo solo para llenar el vacío que ocupa, tal y como al parecer se creen algunos duchos, que consideran la creación de teorías, cual si fuesen axiomas irrefutables, que la realidad se encarga de desnudar. No sin antes, haber producido males que nunca deberían de haber existido si hubiesen sido prácticos, lógicos y honestos ante la cruda realidad que han tenido frente a sí.
El mejor ejemplo sobre esto, lo constituyen aquellos teóricos policías políticos y otros tantos que, gracias a sus teorías, elucubraciones, ambiciones y conjeturas, nos han llevado a este desmadre institucional dentro de la fuerza policial y todo lo que nos cuesta sobrevivir dentro de esta jaula de fieras, creadas por la inoperancia de ese cuerpo para imponer el orden -que ni ellos mismos tienen-, ya que solo piensan en sus ambiciones y la clara sumisión frente a una claque política caciquesca, esparcida por todo el país.
Estos policías, se han llenado de vanas teorías y hasta de aquellas traídas por los pelos por vividores teóricos, que solo son buenos para eso, es decir, elaborar teorías disfuncionales e imposibles de llevar a cabo que contrastan con una realidad inocultable. Y esto, que en la policía existen hombres con bastante energía para poder hacer algo por la institución, pero que, todo da a entender que padecen de una obsesión por las facultades que poseen que les hace mirar hacia otro lado cuando se trata de las ideas de los demás, si no están acordes con las suyas.
Este desgano, esta irresponsabilidad de establecer y hacer cumplir requisitos básicos en cuanto a la seguridad ciudadana, ha dado como resultado un policía -sin importar el rango-, completamente desganado de sus obligaciones y sin ningún tipo de compromiso institucional y, después de esto, nada de arrepentirse del camino que han y están transitando, donde, por demás, han creado el monstruo del intercambio de disparos, haciendo gala de una frialdad criminal y rutinaria.
Pareciese, que han logrado crear un cuerpo dedicado la mayor parte de su tiempo, a elaborar o concebir toda forma de mutilar, matar o abusar de manera impune, sin que aflore algún indicio de pretender actuar dentro de lo que establecen las leyes y, más bien, se manifieste ese comportamiento barrial, de puro tigueraje, pero, ahora, armado y protegido por un uniforme, sin asomo de algún tipo de respeto por la dignidad del ciudadano, ese, a quien supuestamente están llamados a defender.
Nos da la sensación, de que ese cuerpo policial, viene padeciendo de algún tipo de sesgo de investigación que los lleva a continuar con esa desviación de los verdaderos resultados o inferencias en las investigaciones. O quizás, de algún sesgo cognitivo, que los ha estado llevando a una distorsión generalizada de sus obligaciones. No lo sé, pero lo que, si sé, que no es lo que se desea que sea ese organismo.
Y todo, desde que comenzaron a cualquerizar los rangos; cuando se inició el ingreso de todo tipo de tiguere, sin que el sistema para educar esos barriales se pusiese en práctica; cuando la expansión de los puestos y destacamentos, a sabiendas de que son centros de perversión, donde para estar en los mismos, deben de “buscársela” para ellos y para quienes los envían, y, sobre todo, cuando se dieron el lujo de perder el control administrativo del personal policial. Así nomás. ¡Sí señor!
Por: Rafael R. Ramírez Ferreira
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