Ante el poder alcanzado por las pandillas haitianas, que hoy controlan la mayor parte del territorio, es de gran trascendencia la visita de dos días a la nación del presidente de Colombia, Gustavo Petro.
Pero frente a la maliciosa campaña internacional sobre supuesta discriminación y vejación a los inmigrantes haitianos en el país, legales e ilegales, es muy significativo el recorrido por la zona fronteriza realizado por el secretario general de la OEA, Albert Ramdin.

De una u otra forma los dos gestos tienen en común el interés sobre la suerte de los nacionales haitianos. Aunque destacara que su visita a Haití era para fortalecer los nexos históricos con su país, Petro abre una senda que puede ser utilizada para canalizar la colaboración con una nación abrumada por la violencia y la inseguridad impuestas por las pandillas.
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Sobre el problema haitiano nada hay que no se conozca al dedillo. Sin más autoridad que la meramente burocrática, el Gobierno no tiene cómo garantizar la gobernabilidad ni combatir a las bandas criminales que han incendiado hospitales, planteles escolares, hoteles y otras infraestructuras.
Con Petro en Haití y el secretario general de la OEA se nota más interés de la comunidad internacional, independientemente de los motivos, frente a la dolorosa realidad haitiana.
República Dominicana ha desempeñando un rol de primer orden alertando sobre la crisis en la vecina nación y su impacto para la seguridad y la violencia en la región.