El Vaticano ha señalado que el exnuncio en República Dominicana, Joseph Wesolowski, acusado de pedofilia, goza todavía de inmunidad diplomática, además de ostentar la ciudadanía de ese pequeño Estado, razón por la cual no prosperaría un posible pedido de extradición que gestionaría la Fiscalía de Polonia, su tierra natal.
Duele saber que la persecución o esclarecimiento de un crimen en torno al cual doctrina y jurisprudencia en el mundo de hoy sitúan a la par con el terrorismo, genocidio, trata de personas y narcotráfico como flagelos de lesa humanidad, se frustre en recovecos jurídicos que sólo conducen a la impunidad.
La Santa Sede está compelida a promover o respaldar que la justicia polaca o dominicana investiguen y determinen si existen pruebas o indicios suficientes para procesar a ese diplomático por el crimen de abuso sexual contra menores, sin hacer uso de derechos o prerrogativas que sólo sirven como cortina de humo para evitar que prevalezca la justicia y el merecido castigo terrenal.
El papa Francisco ha consolidado un discurso de condena y desprecio hacia los sacerdotes pedófilos y advertido que la Iglesia no se interpondrá ante la justicia cuando se procure la persecución penal contra quienes amparados en la sotana incurran en este tipo de crimen. Ojalá que ante el caso del exnuncio Joseph Wesolowski, no prevalezca la impunidad.
El Songo
Con la muerte de Francis Santana, acaecida ayer en su residencia a causa de un coma diabético, la República pierde a uno de sus grandes íconos de la música popular que por setenta años ocupó puestos cimeros como intérprete de ritmos tropicales.
Con la voz y la música de El Songo, como lo identificaba su inmensa legión de seguidores, se bailó y se gozó en barrios, clubes exclusivos, montañas y llanos, porque este excepcional artista tuvo el don de poder interactuar directamente con los sentimientos de gente de todas las generaciones.
Humilde, bondadoso, bonachón, conversador, buen amigo, buen esposo, buen padre, Francis fue siempre querido y admirado por quienes tuvieron el privilegio de conocerlo personalmente o de deleitarse con sus boleros, merengues, sones y todo tipo de ritmo de las Antillas.
Juan Francisco Santana, el verdadero nombre de El Songo, inició su periplo por los escenarios a los 14 años, y su vida artística y personal siempre estuvo asociada con la alegría, los tragos y el culto a la amistad sincera. Que Dios acoja en su santo seno a este extraordinario artista, cuya voz permanecerá por siempre en el más alto peldaño del aprecio y admiración del público, generación tras generación.

