He hablado de las carencias del movimiento de izquierda y progresista en el periodo 1959-1965. Y he planteado que la propuesta y el estallido de la Guerra de Abril y de una Revolución Democrática triunfante los días 24,25,26,27 y 28 de abril de 1965, se había dado debido a la intensidad, a la forma como se concatenaron los acontecimientos del país y de América durante los años que van de 1959 a 1965, y a la amplitud del movimiento de lucha de las masas (obreras, estudiantiles, de choferes, territoriales y profesionales).
Esas carencias incidieron en el mismo desarrollo de la Guerra de Abril, en los acontecimientos que culminaron con la firma del Acta Institucional y el desmantelamiento de la zona constitucionalista en septiembre del 1965. También incidieron, con la misma intensidad, en todo el período posterior a la Guerra de Abril. La izquierda no comprendió que se había entronizado la contrarrevolución en el país y que venía un nuevo período que exigía el repliegue organizado y la búsqueda de caminos para preservar el movimiento y recuperar el proceso de acumulación de fuerzas.
Se produjo, hasta finales de los 70, y con mucha más intensidad que años anteriores un seguidismo ciego de las distintas corrientes y experiencias de los grandes movimientos, de las revoluciones triunfantes en décadas pasadas (Fidelismo, Guevarismo, Línea China, Línea Soviética, Línea Albanesa).
Primero, Nuevo Rumbo, el MPS y muchos de los estamentos que conformaron la Tendencia Socialista, hicieron ingentes esfuerzos teóricos y políticos para apartarse de esta enfermedad que arropa al grueso del movimiento, completándose esta con una tendencia al vanguardismo y sectarismo.
Ahora que los dominicanos y dominicanas estamos abocados a esforzarnos por construir una propuesta alternativa de cambio, que deje atrás el dominio de las cúpulas políticas, sociales y eclesiales, aliadas al imperialismo, que han determinado el rumbo de la nación desde 1966.
Ahora, todas las fuerzas de izquierda, progresistas y liberales deben profundizar en el estudio de las distintas alternativas progresistas que se han forjado a lo largo de la vida republicana. En especial en los últimos 50 años, para no errar en los pasos tácticos y para identificar con claridad los ejes económicos, sociales y políticos que en el mediano plazo deben orientar nuestras iniciativas para poder abrir una nueva etapa de cambios en la República Dominicana.
Asimismo, el movimiento de izquierda y los intelectuales militantes, no contemplativos, deben entender que “sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario”, esforzándose por superar la inmensa indigencia teórica, el profundo desconocimiento de nuestra sociedad y de las experiencias de otros países y, la ausencia total de debates alrededor de los grandes problemas que nos aquejan.
Lo que he descrito, caracteriza la vida política de todo lo progresivo, lo que expresa su estrechez de miras y la abismal diferencia entre el presente y aquella década de 1970, cuando el movimiento mas avanzado se desembarazó de su modorra, tiró al zafacón el seguidismo y la indiferencia teórica y se “fajó” a estudiar, construyendo una “praxis” para actuar en la vida política con una visión y una práctica totalmente distintas a la de hoy.
Por: Fidelio Despradel
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