Por más que se lo hayan informado, no es ocioso recordar a los agentes de la Policía Militar que su misión en las elecciones del domingo es garantizar el orden público y la seguridad en los centros de votación.
Antes que criticable es saludable que la Fuerza de Tarea Conjunta disponga de todos los agentes que considere para evitar violencia o alteraciones durante los comicios.
Lo censurable sería que por exceso de celo o alguna otra razón los agentes incurrieran en algún tipo de atropello a los electores o se insmicuyeran en asuntos que no son de su competencia. Con el injerencismo de militares en problemas técnicos se tiene una amarga experiencia.
Mientras más claro tienen su misión los 19,800 efectivos militares y policiales que vigilarán las elecciones y el orden público, mucho mejor.
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Aunque se haya reducido considerablemente, los procesos electorales generan todavía cierto nerviosismo en la población, alimentado en gran medida por el querellaje de los candidatos y la reticencia a aceptar los resultados.
Esa actitud obliga a las autoridades electorales a tomar todas las decisiones que sean necesarias para despejar la atmósfera y garantizar que los resultados sean la expresión de la ciudadanía.
Los militares y policías tienen que evitar por todos los medios involucrarse en discusiones, traslado de equipos u otras gestiones si no cuentan con la debida autorización. Lo que se quiere son unas elecciones seguras, que fortalezcan la imagen de República Dominicana.