Oscar de la Renta, el dominicano de mayor celebridad mundial, falleció ayer en su residencia de Connecticut, Estados Unidos, a la edad de 82 años, vencido por el cáncer.
Su pasión de juventud fue la pintura, pero desde el día cuando dibujó el boceto de un vestido que vistió Beatriz Lodge, hija del embajador estadounidense en España, inicio la meteórica carrera de más de cincuenta años que lo colocó como icono del diseño internacional.
Días antes de su muerte, De la Renta nombró como director creativo de su emporio industrial de la moda al diseñador británico Peter Copping, con quien iniciaría los preparativos para su desfile de otoño, programado para febrero de 2015.
A pesar de que en 1971 obtuvo la ciudadanía norteamericana, siempre pregonó con orgullo su dominicanidad, con la que siempre se identificó tanto en las pasarelas como ante sus amistades y relacionados en todo el mundo.
Modisto de primeras damas y celebridades, De la Renta logró construir uno de los emporios más relevantes en la industria de la moda y el diseño, con confección de ropas de hombre y mujer, calzados, carteras, relojes, maletas y todo objeto de uso o disfrute que llevaría su prestigiosa marca.
Con la sentida muerte de este buen dominicano, la República pierde a un hijo excepcional que acarreó el gentilicio nacional por todas las grandes pasarelas del mundo y que hizo enorme contribución al turismo, a la industria de exportación y al desarrollo del sector inmobiliario.
Su proverbial sensibilidad por la niñez desvalida lo motivó a fundar en La Romana un orfanato infantil, a uno de cuyos niños adoptó y convirtió en su único hijo.
La nación recibe hoy con profundo dolor y pesar la noticia sobre el fallecimiento de Oscar de la Renta , un gran dominicano, excepcional artista, símbolo de la dominicanidad y gran motivo de orgullo para esta tierra que lo vio nacer.