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Otra Esperancita

Otra Esperancita

Susi Pola

En agosto de 2018, hace ya 4 años, contábamos la historia de Dionelis, que hoy volvemos a relatar. Porque estamos igual que entonces, sin causales razonables para salvar mujeres de la muerte. Dionelis, es otra Esperancita y como ella, se embarazó en un país donde las mujeres mueren obligadas por la ley.

Murió entonces con 20 años y 20 semanas de embarazo. Había pasado nueve días en Cuidados Intensivos, en el Hospital Dr. Ricardo Limardo de P. Plata, y grave, fue trasladada al Hospital Dr. Presidente Estrella Ureña de Santiago, donde murió al día siguiente por «sepsia abdominal».

Se embarazó de su novio y pareja y aunque su familia sabía que era falcémica desde que se le diagnosticara siendo una bebé y fue tratada durante su corta vida por una misma hematóloga, que nunca le dijo a su madre y su padre, porque Dionelis no se podía embarazar, ni cómo podía impedirlo.

Y ella tenía un novio vecino, cercano, jovencito como ella. Pero como vivimos en un país donde no hay educación sexual porque la gerencia de las empresas religiosas y el Estado dominicano no lo permiten, o al menos, no quieren que sea «oportuna, científica y adecuada», nadie respetó sus derechos sexuales, advirtiéndoles las consecuencias de ejercerlos. Y se embarazaron.


Su médica hematóloga, que siempre la cuidó con cariño y desvelo, cuando supo del embarazo, lo lamentó frente a ella, su madre y su padre, conociendo la gravedad de un embarazo para una mujer con falcemia, enfermedad hereditaria con un alto índice de morbilidad, mortalidad y alta prevalencia en nuestro país, con panorama de dolores terribles, baja impresionante de las defensas, aumento dramático de la anemia, y exposición a complicaciones graves para la mujer y el bebé. Pero no le dio opciones. Tampoco el ginecólogo que la atendió desde entonces y que también lamentó el embarazo de Dionelis.

Internada entonces, en Cuidados Intensivos en Puerto Plata, «estaba deshidratada», pasó 9 días con los glóbulos blancos altísimos, «nunca se los pudieron bajar», como tampoco pudieron subirle a más de 3, la hemoglobina. Vino a morir a Santiago.


«Estaba hinchada, apenas podía respirar», «los dolores eran terribles», «tenía el cuerpo muy caliente siempre», «estaba desorientada».

Nadie del equipo de médicos que la atendieron, habló con su familia de la gravedad y de la posibilidad de desembarazar a Dionelis.

Porque la legislación restrictiva, impuesta y mortal, toca también al sistema de salud.

Quizás, el Congreso dominicano deba oír a su historia. Era única hija.