El reciente debate entre los candidatos presidenciales de Estados Unidos, Joe Biden y Donald Trump, ha sido un penoso espectáculo que refleja el deterioro del liderazgo político en la nación.

En lugar de ser un intercambio de alto nivel, el evento se convirtió en una serie de acusaciones bochornosas, plagadas de falacias ad hominemy verdades tergiversadas. Este incidente no solo evidencia la decadencia del discurso político, sino que también suscita serias preocupaciones sobre el futuro del país.

El nivel del debate fue tan bajo que se convirtió en el blanco de numerosas burlas en las redes sociales. Lejos de ser jocoso, el trasfondo de esta situación es profundamente inquietante.

Este episodio es un reflejo de problemas mucho más graves que podrían precipitar el declive de Estados Unidos como potencia mundial y, con ello, la inestabilidad de la economía global.

Históricamente, grandes imperios han sucumbido debido a liderazgos incapaces y desenfocados. El Imperio Romano, por ejemplo, no cayó por un enemigo externo, sino por una sucesión de líderes incompetentes y una administración corrupta que lo minaron desde dentro. De manera similar, el Imperio Otomano y el Imperio Español también vieron su fin debido a la mala gestión y a líderes que no lograron adaptarse a los cambios. Estados Unidos parece estar siguiendo un camino alarmantemente similar.

La ausencia de liderazgo emergente y de nuevas figuras en la escena presidencial es igualmente desconcertante. Mientras que otras potencias mundiales muestran líderes jóvenes y dinámicos, Estados Unidos parece estar estancado en una política dominada por figuras de avanzada edad, que representan el pasado en lugar del futuro.

La fortaleza de los líderes en otras potencias mundiales resalta aún más las debilidades del liderazgo estadounidense. Xi Jinping en China ha consolidado su poder y proyectado una imagen de estabilidad y crecimiento para su país. Vladimir Putin, a pesar de la controversia, mantiene un control firme sobre Rusia y ha sido capaz de posicionarla nuevamente como un jugador clave en la política mundial.

En Medio Oriente, sus líderes se han enfocado en la inversión estratégica para conseguir reformas económicas y sociales. Con esta visión de modernización, han conseguido un desarrollo y estabilidad envidiables.

De cara al futuro, será crucial observar cómo los votantes, especialmente los indecisos y los que pertenecen a estados péndulo, reaccionarán a este espectáculo en las urnas. Independientemente del resultado de estos comicios, los políticos de ambos partidos ahora enfrentan el reto de reflexionar sobre sus carencias y trabajar para demostrar un liderazgo más sólido y visionario, que dé paso a las nuevas generaciones.