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Percepción vs. realidad

Percepción vs. realidad

José Antonio Aybar

En política, como en la vida, lo que parece ser muchas veces pesa más que lo que realmente es. El entorno donde la opinión pública se moldea a través de redes sociales, titulares y discursos cuidadosamente diseñados, la percepción se ha convertido en la moneda de mayor valor.

Para un político moderno será percibido como competente, empático o fuerte puede tener más impacto que realmente serlo. La diferencia entre percepción y realidad no es nueva, pero hoy es más evidente que nunca.

Un candidato puede tener un plan técnico impecable, pero si no lo comunica con claridad o cercanía será percibido como desconectado o elitista. En este juego el relato muchas veces triunfa sobre los hechos.
El marketing político ha entendido esta dinámica y ha perfeccionado herramientas para construir, sostener o derribar percepciones. No es casual que campañas enteras se diseñen alrededor de emociones más que de argumentos.

Basta una crisis mal manejada o una narrativa más poderosa del adversario para que toda una imagen cuidadosamente edificada se venga abajo. Por eso, la gestión de la percepción requiere no solo astucia, sino consistencia, “timing” y, sobre todo, una estrategia clara.

Los estrategas políticos exitosos saben que gobernar bien no es suficiente. Hay que hacer sentir que se está gobernando bien. No basta con tener resultados, hay que contar la historia correcta.
La política basada únicamente en percepciones puede caer fácilmente en el engaño, la manipulación o la superficialidad. Hoy, el espectáculo desplaza el debate profundo y la toma de decisiones basadas en evidencias. Se corre el peligro de construir liderazgos huecos que colapsan ante la primera prueba.

En una democracia sana la percepción no debería estar divorciada de la realidad, sino ser un reflejo fiel de ella. Para lograr esto se requiere no solo responsabilidad de los políticos, sino también de los medios, los ciudadanos y las instituciones. La alfabetización mediática y política de la sociedad es crucial para no dejarse arrastrar por narrativas sin fundamento.

La gran tarea de la política contemporánea no es eliminar la percepción, sino reconciliarse con la verdad. Solo así se podría construir una democracia más sólida y auténtica.