(Tradición Dominicana)
En la historia cultural dominicana, pocas tradiciones despiertan tanta pasión y controversia como las lidias de gallos, el tradicional deporte del pico y las espuelas. Este espectáculo, mezcla de herencia, competencia y símbolo de identidad popular, hunde sus raíces en los tiempos coloniales, cuando los españoles introdujeron esta práctica desde Europa y Asia. Desde entonces, los gallos de pelea se convirtieron en protagonistas de un universo propio, marcado por la cría selectiva, el ritual y la emoción de las galleras.
En este contexto, el gallo no es un ave cualquiera: es un atleta. Criadores y galleros lo preparan con disciplina, buscando líneas de sangre que aseguren fuerza, velocidad y coraje. Dos elementos definen su esencia: el pico y las espuelas.
El pico es su primera arma natural. Durante el combate, el gallo lo usa para atacar y desestabilizar al contrario. En la tradición dominicana, se asocia con la valentía: un gallo que “pica fuerte” gana respeto y prestigio. El pico marca el inicio de la ofensiva, abriendo paso al desenlace que dictan las espuelas.
Las espuelas, por su parte, representan el filo de la contienda. Aunque los gallos las poseen de forma natural, en las lidias se colocan espuelas artificiales —antes de carey o metal, hoy plásticas— cuya correcta fijación requiere pericia, pues un mal ajuste puede arruinar el desempeño. El público mide la efectividad del gallo por la rapidez y precisión con que hiere al oponente. En torno a ellas gira la emoción, las apuestas y buena parte de la economía del espectáculo.
Las galleras dominicanas, presentes en pueblos y ciudades, son puntos de encuentro donde se mezclan clases sociales, música popular, tradición oral y camaradería. El gallo, con su pico y sus espuelas, simboliza la lucha, la dignidad y la supervivencia, convirtiéndose en un reflejo del carácter nacional.
No obstante, el deporte enfrenta críticas de organizaciones animalistas, que lo consideran cruel por el sufrimiento de las aves. Sus defensores, en cambio, lo ven como una herencia cultural y fuente económica, generadora de más de 60,000 empleos directos en todo el país. Entre la polémica y la pasión, el gallo sigue siendo parte viva del paisaje dominicano.
El pico y las espuelas son, más que armas, símbolos de identidad. Una tradición que, pese al paso del tiempo y los debates modernos, continúa latiendo con fuerza en el corazón de la República Dominicana.

