Pluralismo o polarización
El pluralismo político está amenazado seriamente por los efectos de la confrontación desenfrenada de la política. Estas luchas callejeras, que fomentan la polarización en perjuicio del debate democrático, son encabezadas por líderes extremistas de países con tradición democrática.
Al definir el pluralismo, en su Diccionario de Política, Norberto Bobbio dice lo siguiente: “En el lenguaje político se llama “p.” la concepción que propone como modelo una sociedad compuesta por muchos grupos o centros de poder, aun en conflicto entre ellos, a los cuales se les ha asignado la función de limitar, controlar, contrastar, e incluso de eliminar el centro de poder dominante históricamente identificado con el estado”.
Donde reina el pluralismo está expresada la esencia misma de la democracia. Por el contrario, cuando la polarización política asalta a la democracia, la sociedad se divide en dos extremos opuestos que anulan las voces moderadas, la tolerancia y el debate democrático.
Hablar de pluralismo en política es hablar de democracia en su sentido más profundo. El pluralismo democrático que apreció y plasmó Alexis de Tocqueville en su obra, La democracia en América, se fundamentó en la vida asociativa de los norteamericanos, la cual predijo que corría el riesgo de ser destruida por el individualismo.
Para el influyente politólogo italiano, Giovanni Sartori, el pluralismo va más allá de la coexistencia de múltiples opiniones. Se trata de un principio estructural que permite articular la diversidad en un marco institucional que debe garantizar la libertad y evitar la tiranía de la mayoría o el dominio de un solo grupo.
De igual manera, Sartori sostiene que la democracia no puede reducirse al gobierno de la mayoría, ya que una democracia genuina requiere contrapesos y mecanismos que protejan a las minorías. En ese sentido, el pluralismo implica la existencia en la sociedad de múltiples centros de poder que funcionan como mediadores entre el individuo y el poder político, entre los cuales se encuentran los partidos políticos, los sindicatos, las asociaciones civiles y los medios de comunicación.
Las tensiones culturales, religiosas y políticas generadas en muchos países han provocado un grado de polarización tal que ha desplazado al pluralismo. En esas sociedades los adversarios son vistos como enemigos y el debate público se reduce a la descalificación mutua.
No se puede esperar otra cosa en tiempos de las redes sociales, las cuales no tienen límites cuando de descalificar al adversario se trata. Conforme al criterio del referido politólogo “una sociedad democrática no es aquella donde una mayoría impone su voluntad sin restricciones, sino aquella donde las diferencias conviven bajo reglas comunes.
Pluralismo significa aceptar que existen múltiples verdades, intereses y valores que merecen expresarse. No es, como algunos creen, sinónimo de relativismo o dispersión caótica; es más bien un sistema de equilibrio, donde ninguna voz se erige en monopolio y ninguna es condenada al silencio”.
Muchas democracias que fueron modelos de buenas prácticas pluralistas están sumidas en la polarización y la confrontación desenfrenada. Son sociedades en las que la polarización impide que sus líderes se reúnan a tratar temas de interés nacional, como lo han hecho en la República Dominicana el presidente, Luis Abinader, y los expresidentes, Leonel Fernández, Hipólito Mejía y Danilo Medina.