Porque la soberbia no los dejaba reflexionar tuvieron tiempo para cambiar y no lo hicieron si no que aumentaron su desorden mental hasta poner en riesgo la institucionalidad y amenazaron la democracia, teniendo como maestro y guía a Danilo Medina que ahora perdió el cargo, el liderazgo, la autoridad y el respeto.

Hicieron del PLD una plataforma corrupta con sede en el Palacio Nacional desde cuya cuna cubrieron todo el territorio dominicano con una energía diabólica como alimento habitual. Su corrupción, cuan comején en madera fofa corroyó a todos/as los funcionarios y funcionarias del gobierno, y bajo los efecto de la cleptomanía quitaron comida, medicina, ropa, comodidad y bienestar al pueblo, básicamente a los pobres, a quienes tapaban la boca con migajas a nombre de Danilo Medina y su gobierno.

La impunidad, la corrupción y la prepotencia fueron asumidas por la dirigencia peledeista que a una sola señal endiosaron el dinero adquirido fácil y/o mal habido a pesar del grito de los que tenemos voz, exigiéndoles volver a la decencia, ni oían ni veían. Usaron barriles y tanqueros llenos de cuartos para aplastar la oposición con todo tipo de maniobras que incidieran en el aumento de votos para ganar las elecciones y seguir montados en el lomo del pueblo.

Hasta la señora Margarita de Fernández, referente de ecuanimidad y decencia perdió los estribos, cualquierizó su verbosidad, minimizó el poder de la oposición y de la población sin partidos y arengó sin cesar a favor del penco Gonzalo Castillo, candidato que subió de contrabando aprovechando la inoperancia del Ministerio Publico y la debilidad de la justicia dependiente, recurrente en liberar culpables especialmente deshonestos/as y mafiosos del peledeismo.

La ambición de poder puso violento a Danilo Medina, sobre todo a raíz de la división del PLD, a tal punto que al final de la campaña electoral arengó violencia y machismo por la defensa de los votos morados en las urnas, actitud inconcebible del presidente del país en ejercicio democrático.

La votación masiva que dio el triunfo a Luis Abinader no fue por sus muchas bondades, sino como un castigo al PLD, por los excesos de Danilo Medina, su partido y su gobierno. Por la soberbia, la impunidad y la corrupción generalizada del PLD, ascendió al poder como un gigante y descendió como un enano muy inflado, pero muy desacreditado.

Lic. Santiago Martínez