Hay aforismos que aseguran que todo cambia. Sin embargo, lo único que no cambia es la manera de hacer vida pública en nuestro país. La política dominicana, que parece nunca superará su condición de circo vernáculo, nos ha acostumbrado a personajes propios de la época de la Literatura Burlesca.
Estas insólitas figuras cruzan en un santiamén la línea que divide a lo sublime de lo ridículo, importándoles un bledo lo que la gente piense de ellos, reduciendo su dignidad al mínimo, con tal de alcanzar un decreto que les garantice canonjías y prebendas.
Lejos de inspirar respeto y ser ejemplos a seguir, estos individuos extravagantes, provocan lástima, pena y vergüenza, pero más que todo: mucha risa.
Antes que sugerir propuestas, o exhibir meritocracias que los hagan las personas idóneas para los puestos, estos «pro-hombres» se enfrascan en un espectáculo histriónico demostrativo de lo que de socarrones llevan por dentro, generando miles de memes y burlas de todo tipo.
Lo que debería movernos a preocupación, únicamente nos arranca risotadas, y por lo hilarante de la acción, pasamos por alto el aquelarre desinstitucional que nos hunde cada día más en la desvalorización del servicio público.
En un capítulo insólito de la (des) política criolla, el ex general Jorge Radhamés Zorrilla Ozuna conminó al presidente de la República a prometerle que lo nombraría en su gobierno, todo eso luego de que el primer magistrado de la Nación hiciera grandes críticas a la administración del ex guardia en el INESPRE.
Empero, como hacen los aficionados al bingo, que esperan genuflexos el número que les permitirá ganar el juego, así se «sentó» Zorrilla Ozuna junto a su eficiente asistente el señor Cama Larga (lo acompaña hasta en las madrugadas), a esperar el susodicho decreto, que ¡por fin! salió.