Exceso
El presidente Donald Trump siente tanto odio y está tan obsesionado contra los indocumentados que no repara ni siquiera en la Constitución cuando se trata de perseguirlos. Retirar la ciudadanía a los nacidos en el territorio de padres ilegales, como dijo que se proponía, sería violentar la XIV enmienda de la Constitución de 1868. La enmienda establece que todas las personas nacidas o naturalizadas en Estados Unidos son ciudadanos de la nación y del estado en que residen.
Esa carta tan respetada y elogiada por su antigüedad y concisión cuenta de muy poco para el gobernante. Pero una cosa son las intenciones y otra la realidad. A pesar de sus ímpetus Trump sabe que tratar de vulnerar un documento prácticamente sagrado tendría consecuencias devastadoras.
Y que su país no es el único que reconoce la ciudadanía a los nacidos en el territorio de padres ilegales.

