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Una de las obras más interesantes de los últimos años, pero que en gran medida ha pasado desapercibida, es la construcción de la Avenida Paseo del Río en el margen derecho del Río Ozama en el Distrito Nacional.
Considerando la zona, y el hecho de que viene bordeando el habitualmente despreciado río Ozama, no sorprende la poca atención sobre esta obra, pero genuinamente creo que este pudiera ser el primer paso en redefinir el futuro del Gran Santo Domingo si se toma como punto de partida hacia algo más grande.
Actualmente se está terminando la segunda fase de la avenida que llega hasta el Puente Francisco del Rosario Sánchez pasando por la Ciénaga y los Guandules uniéndose con la Avenida Francisco Caamaño Deñó hasta el Malecón. El impacto en esa zona históricamente desfavorecida de la ciudad ya es palpable tanto en humanizar el espacio, reubicando a miles de familias en hogares más dignos, así como en crear un potencial social, económico y turístico para la ciudad de manera general al hacer una ruta vial y peatonal atractiva al margen del río que le rodea.
Eso dicho, entiendo que el proyecto debería ser más ambicioso, no solo extendiendo el alcance y objeto de la Avenida Paseo del Río hasta el puente Presidente Peynado de la Máximo Gómez, y luego, cuando las condiciones económicas y sociales de la ciudad hagan factible su extensión, hasta el puente de la Avenida Jacobo Majluta, sino que adicionalmente se realice un proyecto similar en el margen izquierdo del río conectando la Avenida España hasta el mismo puente Presidente Peynado.
Entiendo que es importante que estos proyectos tengan un enfoque a viabilizar el tránsito peatonal y de bicicletas, y que los mismos sirvan como puntos de recreo y distensión de la población de la ciudad, agregando muelles e infraestructura de transporte marítimo que agreguen atractivo comercial y turístico para la zona.
La ventaja agregada de extender el proyecto de la Avenida Paseo del Río más allá en la franja occidental del río Ozama y crear un paseo adicional en la franja oriental es que esto haría posible el, cuanto menos, triplicar los puentes de acceso hacia el Distrito Nacional desde Santo Domingo Este y Norte a un costo notoriamente más bajo al que estamos acostumbrados cuando les comparamos a los 3 puentes donde hoy se concentra el flujo entre estas demarcaciones, que se verían notoriamente descargados al agregarse más opciones para el cruce en ambas direcciones.
Estas obras no solo cambiarían radicalmente la cara de los márgenes del río Ozama, y del mismo río, sino que implicaría una transformación material del Gran Santo Domingo, de una ciudad que en su crecimiento parece estar huyendo del río hacia una que empezará a concentrar más de sus riquezas y actividades comerciales alrededor de la corriente de agua que le vio nacer, dejando detrás de sí casi un siglo de abandono y desinterés.