Donald Trump ha utilizado los aranceles como arma económica para negociar mejores condiciones para Estados Unidos en el intercambio comercial con otros países.
Aunque la decisión haya alterado las relaciones diplomáticas y el propio clima comercial no se puede negar que el mandatario estadounidense está en su derecho. Lo mismo que con las repatriaciones masivas de indocumentados.
Pero es inaceptable que Trump, sobre la base del poderío estadounidense, trate de utilizar los aranceles para intervenir en los asuntos internos de los Estados.
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La advertencia a incrementar en un 50 % los aranceles a Brasil si se prosigue el juicio contra el expresidente Jair Bolsonaro, acusado de intentar un golpe de Estado, merece el más amplio rechazo de todas las democracias.
El proceso contra Bolsonaro no representa un abuso de poder, sino una decisión de la justicia. Trump no debe olvidar que en Brasil, como en toda democracia, impera la separación de los poderes.
Tanto el presidente Lula da Silva como cientos de miles de brasileños han rechazado la intromisión de Trump en sus asuntos internos. El mandatario carioca amenazó con responder con la misma vara cualquier incremento de los aranceles.
La advertencia del gobernante estadounidense es otro eslabón del desprecio que ha manifestado por las leyes y el derecho internacional.
Ya se había pronunciado contra la Corte de La Haya por validar la acusación contra el israelí Benjamí Netanyahu por el genocidio en Gaza.