Editorial

Prudencia

Prudencia

Por libre albedrío, una parte de la población asume la Semana Santa, que se inició ayer, como período de reflexión y penitencia, y otra para el disfrute del asueto en playas, ríos y montañas, aunque no pocos dan riendas suelta al desenfreno, como si fuera el tiempo de Sodoma y Gomorra, y son los causantes de indeseadas desgracias y fatalidades.

El Comité Operativo de Emergencias (COE) dispondrá de miles de brigadistas y voluntarios en un intenso programa de prevención de accidentes en autopistas, carreteras y zonas playeras, mientras casi veinte mil policías serán diseminados por toda la geografía en tarea de preservar e imponer orden, pero esas iniciativas no tendrían efecto positivo sin la voluntad ciudadana de ejercer moderación y comedimiento.

Se requiere que los conductores no consuman bebidas alcohólicas, que respeten las señales de tránsito y los límites de velocidad, que las familias protejan y vigilen a los niños y que no se produzcan accidentes por ingesta excesiva de comida o bebida, ni muertos por ahogamiento o a causa de riñas.
Como cada inicio de Semana Santa, se exhorta a quienes se van o se quedan, a ofrecer muestra de civismo, de solidaridad y respeto con los demás, pero si así no fuera, se reclama que las autoridades impongan la ley, aunque para ello fuera necesario colocar tras las rejas a cualquier impertinente.

El Nacional

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