Si en el PRM el rancho está que arde por una feroz lucha alrededor de la candidatura presidencial, los protagonistas deben preocuparse por la intrascendencia de esa supuesta batalla. Salvo las aspiraciones que unos han expresado y a otros se les supone por su perfil, al menos desde fuera en la organización no se ve ninguna señal de esa guerra que se dice amenaza con su unidad y con sacarla del poder.
Es posible que sin proponérselo hagan un favor al perremeísmo los sectores que apuestan y fomentan la división del partido. Porque bastaría con un abrazo y la suscripción de un documento para despejar un fatasma que, dependiendo de su dimensión, es lo único que podría limitar las probabilidades del partido para retener el poder en las próximas elecciones.
Que haya muchos aspirantes, entre los cuales algunos lo son solo para sonar o para negociar, es propio de una democracia. Jamás un peligro.
En el PLD hay varios precandidatos presidenciales, de los cuales, en honor a la verdad, ninguno ha prendido en la opinión pública. Como único candidato de la Fuerza del Pueblo y a pesar de gobernar el país en tres ocasiones Leonel Fernández tampoco puede decirse que haya alcanzado un grado de aceptación que lo proyecte como ganador de los próximos comicios.
El disgusto que ha podido cosechar el Gobierno por la crisis en el servicio eléctrico, los crímenes de la Policía, el pandemonio del tránsito y casos como el de Senasa está lejos de ser capitalizado políticamente por ningún partido opositor. Con todo y que el oficialismo haya ofrecido tampoco la mejor estrategia para defenderse.
La verdad es la verdad. Por esa cultura del pasado que no acaba de superarse hasta los propios perremeístas se confunden, tanto por el ruido que amplifican las redes sociales como con la identificación de funcionarios con los proyectos de David Collado, Carolina Mejía y Raquel Peña. También es cierto que, aunque no se vean las señales, el perremeísmo no está exento de riesgos, entre los cuales uno de los principales es dormirse en sus laureles, dejando el escenario a sus rivales.
Frente a los alborotos de estos días el partido como partido no ha sacado la cara ni siquiera para contextualizar acontecimientos. Por lo demás, saben los precandidatos, de los cuales algunos cuentan con su estructura para promoverse, que por más simpatía que generen, se convierten en nadie si se les ocurre abandonar las filas del perremeísmo en caso de no ser favorecidos en una convención.
En cuanto a la pugna, aunque de la misma no se ve ni una voluta de humo, es lógico sospechar que se trata más de un deseo o una estrategia de algún sector, que de una realidad.