Opinión

QUINTAESENCIA

QUINTAESENCIA

La figura histórica o divina de Jesucristo ha sido comentada, criticada y enjuiciada hasta la saciedad. Se podría afirmar que todo lo que se diga de él es repetición. Pero lo que salva a quien se atreve a abordarlo es la interpretación o matiz del discurso. No hay nada nuevo bajo el Sol, pero todo cambia.

 El Nazareno tiene seguidores y biógrafos en todo el mundo. En el Nuevo Testamento, en la novela del Premio Nobel José Saramago, titulada “El Evangelio según Jesucristo”, en el ensayo del doctor Salvador Jorge Blanco, “Juicio a Jesús”, y ahora en el libro publicado por el teólogo Joseph Ratzinger o Papa Benedicto XVI, “Jesús de Nazaret”, para no abultar la lista de títulos, hay material suficiente para conocer al que dividió la Historia de la Humanidad en antes y después de él.

 Se discute si Jesucristo fue un hombre inteligente, bien educado y entrenado para cumplir una misión o fue Dios. Los que piensan que fue un ser humano con condiciones excepcionales le asocian con el discipulado de los esenios. Tuvo la misión de llevar el mensaje de amor incondicional. Lo conciben como viajero incansable por el mundo antiguo. Afirman que fue alumno y maestro en Egipto y que sobrevivió a la crucifixión con el método de reducir al mínimo sus signos vitales. Dicen que murió de viejo en Afganistán. Esas afirmaciones, como las que hace Saramago sobre la relación de Jesucristo con  Magdalena, son sacrílegas para cristianos fanatizados.

 Los que sostienen el dogma de Jesús como Dios que se hizo hombre, fundamentan sus creencias en la Biblia. Declaran que es la palabra de Jehová. Aceptan que fue escrita por hombres inspirados por Dios. Los cristianos no negocian esa posición.

 Pero Jesús pudo ser un hombre que por sus hazañas lució como Dios. Ver el Sermón de la Montaña y la acción en el templo. Y si fue Dios, entonces se humanizó para dar el buen ejemplo. La Humanidad endiosa o sataniza a todo lo que no comprende.

 El proceso que se llevó contra Jesús y que terminó con su crucifixión no pudo ser más violatorio del debido proceso, la tutela judicial efectiva y el derecho de defensa. Hasta fue declarado inocente y, sin embargo, le condenaron por un crimen que no cometió. Herodes y Pilatos (Roma) le absolvieron; el Sanedrín o jerarquía eclesiástica, no. La muchedumbre deslumbrada le aclamó y reverenció y la muchedumbre manipulada le injurió y apoyó su condena. Barrabás era culpable de acciones revolucionarias contra el imperio romano. Se salvó gracias a la injusticia cometida contra Jesús.

 Tan grande fue la trama contra Jesús, que Pedro, advertido y aterrorizado, le negó tres veces. Su arrepentimiento es bueno. Queda la lección de la debilidad humana.

 Jesucristo tiene una dimensión tan grande que desborda los dogmas religiosos y las referencias históricas. Su vida y su obra ejemplares son eternas, a pesar de los que le endiosan y a pesar de los que le comercializan.

El Nacional

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