Por Rafael Ciprián
rafaelciprian@hotmail.com-.
Nuestro idioma castellano es una lengua romance, que corresponde al latín hablado, del llamado grupo ibérico, y tuvo su origen en Castilla, España. Tiene, como todo sistema expresivo organizado y avanzado, sus reglas. También posee la institución que la guía, dirige y orienta; la limpia, la pule, la enriquece y le da brillo, que es la Real Academia Española (RAE). El idioma inglés, por el contrario, no cuenta con una institución que ejerza similar función.
Las normas de nuestra lengua deben ser respetadas, si queremos hacer un uso que se corresponda con la corrección y la propiedad al usarla. Pero los dictados de la RAE no son necesariamente una camisa de fuerza para el uso del idioma. Los miembros de esa respetable instancia están obligados a recibir e interpretar las variaciones, modismos y creaciones lingüíticas que los pueblos hispanohablantes del mundo introducen en el lenguaje. Los pueblos que hablamos y escribimos la lengua de Cervantes prevalecemos ante la RAE.
Ahora bien, la aseveración anterior no constituye una patente de corso para saltarse todas las normas del buen decir. Nada de eso. Gabriel García Márquez dio un campanazo cuando llamó a vacacionar la gramática. En las redes sociales, ¡ay!
Ciertamente, así es. En ese conjunto de reglas, existen aquellas que otorgan licencias para eludir reglas o jugar con el lenguaje. También se permite manejar la sintaxis para lograr variedad, armonía y elegancia en la expresión. Las denominamos licencias literarias, como la elipsis, el hipérbaton, la metáfora, la símil, la sinalefa, etc.
Es recomendable usar una buena sintaxis y un correcto empleo de los vocablos, así como la claridad, brevedad y precisión del lenguaje. Preferir las palabras cortas, a las largas, las frases breves a las extensas y las cláusulas reducidas a las interminables.
Sabemos que la RAE traza normas que ni sus miembros, los académicos, respetan. Como en todo colectivo humano, hay disidencias y divisiones notables. Está sucediendo con el vocablo solo o sólo. La RAE, desde el 2010 dijo que no debe llevar tilde nunca. El acento diacrítico no es necesario. Y que las confusiones se resuelven en el contexto o sentido de la oración. Muchos no se han enterado de esta novedad.
Los creadores y académicos Mario Vargas Llosa, Javier Marías, entre otros, se rebelaron contra la RAE. Acentúan a solo, cuando es sinónimo del adverbio solamente, no si es sustantivo o adjetivo.
Creamos este ejemplo: El hombre llamado Solo, solo desea estar solo. Se entiende. Y podemos sustituir el segundo solo por sólo o por solamente. Contrario a los conservadores, que siguen acentuando a solo, creemos que la RAE tiene razón. Pero es discrecional. No acentuamos solo, para simplificar el lenguaje.