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Los inmigrantes

Sobre el tapete

El peso que carga República Dominicana con la inmigración haitiana debe ser también para las Naciones Unidas (ONU) una preocupación de la misma magnitud que el problema que representa para Colombia la afluencia masiva de venezolanos.

Desde mucho antes del desprecio expresado por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, contra haitianos y salvadoreños, la emigración ha representado un dolor de cabeza para los países receptores.

El enfoque humanitario del papa Francisco a la problemática es más que comprensible. Pero la magnitud del desafío puede medirse en el apoyo ofrecido por el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, al presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, para lidiar con la avalancha de venezolanos que recorren hasta más de 2,000 kilómetros para cruzar la frontera. Antes que cuestionarse, ese apoyo es saludable.

Pero de la misma manera que la ONU interviene frente al drama que representa para Colombia la inmigración de venezolanos debería prestar atención a la masiva afluencia de indocumentados haitianos a esta parte de la isla.

Bien que Guterres reconozca el sufrimiento de Colombia por el impacto que representa la presencia de cientos de miles de venezolanos que cruzan la frontera, porque es posible que la realidad nuestra con los vecinos haitianos que penetran al territorio sea igual de dramática. Siempre hay que dejar claro que no se trata de hostilidad por cuestiones raciales, sino de un problema migratorio, que este país no está en capacidad de afrontar.

El Nacional

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