De los ascensos
Gran impacto
Al margen de la propaganda, los detalles de los 11,500 ascensos en la Policía, el Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea tienen una sólida base de justicia.
El número de promovidos no es lo que cuenta, por más excesivo que parezca, sino la reparación que se hizo con agentes que del tiempo que llevaban en los rangos habían hasta perdido el interés de permanecer en los cuerpos.
Pero hay otro detalle importante: la mayoría de los beneficiados no solo tenían ganadas las promociones, sino que tal vez por primera vez el director de la Policía, Ney Aldrin Batista Almonte, y el ministro de Defensa, Rubén Paulino Sem, excluyeron a los oficiales de alta graduación para favorecer a los de abajo, que son los responsables de la parte operativa.
Los ascensos, que tantas especulaciones generaron por el tiempo que se tomó, representan un aporte a la institucionalidad que tanto necesita el país. Esos agentes que vieron que por primera vez se respetan las normas se sienten hoy más motivados para desempeñar sus labores.
Hoy puede decirse que hay mayor comprensión, pero la Policía y los militares tienen un problema de imagen que viene de lejos. Hoy los institutos son dirigidos por jóvenes profesionales que saben la responsabilidad que tienen entre manos. Es la realidad.
Los 3,262 miembros del Ejército, los 1,475 de la Armada, los 817 de la Fuerza Aérea y los 5,932 de la Policía no pueden estar más satisfechos con ascensos que no representan ningún privilegio, sino un acto de justicia. A Batista Almonte y Paulino Sem hay que reconocerles lo que les corresponde.

