Cumbre G7
La otra crisis
El presidente Donald Trump consiguió un golpe de efecto con la cumbre con el dictador norcoreano Kim Jong-un. El encuentro ha significado un alivio para la paz, sobre todo por la visible intervención de potencias como China. Pero abundan las intrigas. Mientras Trump trata de entenderse con naciones que constriñen los derechos humanos y las libertades, se pelea con aliados tradicionales de Estados Unidos.
Que una nación tan pacífica y solidaria como Canadá esté en el centro de un conflicto con Estados Unidos, es otra muestra del creciente peligro en que se han convertido las decisiones unilaterales de Trump.
En la Cumbre del G7, que se celebró en Quebec, Trump llegó al colmo de criticar y acusar de traición al primer ministro canadiense Justin Trudeu porque no se plegó a sus reclamos.
Lo más normal es que le haya importado un comino, pero el mandatario estadounidense, que rehusó apoyar el comunicado final y amenazó con nuevos gravámenes comerciales, tampoco se salió con las suyas.
Mientras el presidente de Francia, Emmanuel Macron, lo tildó de incoherente, la canciller alemana Angela Markel advirtió que Trump no destruirá el G7 ni la confianza de los aliados “a punta de tuits”.
Trudeu, por prudencia, guardó silencio sobre el calificativo de sumiso y deshonesto que le endilgó el mandatario estadounidense. El reperpero plantea sus interrogantes.
Los aliados están convencidos de que no pueden contar con Estados Unidos para ninguna causa que no deje algún dividendo al presidente Trump.

