La Policía
En picota
Los sucesos sin aclarar protagonizados de una forma u otra por agentes de la Policía constituyen una larga cadena. Después de que en julio de 2016 se promulgó la nueva ley orgánica, que se publicitó como el punto de partida para la institucionalidad del cuerpo, desconcierta reconocer que es muy poco lo que se ha avanzado para que la Policía cumpla su rol como guardián del orden público y la seguridad ciudadana.
Como se temía desde un principio el proceso de transformación de la Policía no ha sido más que letra muerta. La aplicación se ha limitado a formalidades semánticas en lo concerniente a que en lugar de jefe al titular se le llama director.
Por los incidentes en que se han visto envueltos agentes se ha recurrido a un protocolo que establece que los policías solo podrán utilizar armas letales en caso de extrema peligrosidad, o sea “cuando un transgresor esté armado y ponga en peligro la vida del agente, o cuando sea necesario para evitar daños a ciudadanos”.
Ese reglamento es elemental en una entidad definida por su propia ley como un cuerpo armado, técnico y profesional.
Pero son tantos los sucesos protagonizados por agentes policiales, que la entidad todavía no ha aclarado, que parece había necesidad de una advertencia interna para refrescar su imagen ante la opinión pública.
Si desde un principio se hubiera iniciado el proceso de saneamiento que contempla la reforma policial lo más probable es que a estas alturas la entidad fuera más competente y con más autoridad para defender o explicar sus acciones.

