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Un denso manto de insensatez, cada vez más perjudicial, se ha instalado en el sistema educativo. El último ejemplo de los muchos que se pueden señalar lo representa la protesta en Hondo Valle, Elías Piña, por la contratación de profesores de San Juan para impartir docencia en los centros educativos del municipio.

Se obstaculizaron calles y quemaron neumáticos en rechazo a una decisión, que si ha de ser cuestionada debió ser porque los contratados, en dado caso, no reunieran los méritos para ejercer el magisterio.

Para justificar los disturbios, el alegato del representante de la Asociación Dominicana de Profesores (ADP) en el municipio, Wilkin D’Oleo Montero, ha sido que la comunidad cuenta con 87 licenciados en Educación que no fueron tomados en cuenta en las designaciones.

El número de por sí parece excesivo con relación a los habitantes y los planteles con que cuenta el municipio. Pero más que una violación de las normas por parte del Ministerio de Educación para nombrar los maestros lo que da a entender el carácter de la protesta es lo maleado que la politiquería tiene al sistema de enseñanza.

El saneamiento del magisterio se ha constituido en una de las tareas más desafiantes para la cartera por la resistencia plantada por el gremio de profesores. Lo de Hondo Valle sugiere, en el fondo, que el sistema educativo ha operado como feudo político de sectores de poder. A menos que se pueda demostrar lo contrario.

El Nacional

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