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Para reaccionar

 

El Gobierno tendrá en algún momento que reaccionar sobre la extensa percepción de la corrupción que arropa al sector público y la sociedad en su conjunto. No hay un solo acto civil, religioso o de cualquier otra índole en que no se denuncie la corrupción, incluso con matices dramáticos, como una de las peores plagas que azota el país.

La última gran muestra la ofreció el pastor Ezequiel Molina, quien en el sermón de la concentración evangélica “Batalla de la Fe” denunció que mafias organizadas están detrás de la corrupción y la impunidad enquistadas en el Estado. No hace falta un rosario de pruebas concretas para sustentar la afirmación del reverendo.

Al señalar el papel de las mafias en el Estado, Molina citó de soslayo el caso de los combustibles, que dijo no llegan de manera directa a la ciudadanía “porque hay alguien en el medio que tiene que cobrar una comisión”.

Pero el de los carburantes, que incluso afloró en el proceso contra empresarios del transporte sometidos por el asesinato de choferes, es uno de los muchos escándalos de corrupción todavía impunes. Ha habido aclaraciones que no han despejado la atmósfera. La denuncia del religioso ante la numerosa congregación no es más que otro toque de atención sobre lo extendida que está la percepción sobre la corrupción y la impunidad en el país.

No hay que abundar en detalles. Las autoridades no pueden ignorar que en la medida que se incrementa esa creencia, mayor es el daño que se hace a la sociedad.

El Nacional

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