La intervención norteamericana de 1965, de la cual se cumplen hoy 54 años, es uno de los episodios más nefastos en toda la historia de República Dominicana.
La ocupación frustró la restauración del orden institucional y abrió las puertas a las prácticas más perversas del quehacer político. Los demonios que caracterizan el ejercicio del poder son el resultado del modelo impuesto por Estados Unidos para torcer el proceso que se había iniciado con la elección en 1962 del profesor Juan Bosch.
Tras el golpe de 1963, el triunvirato que asumió el poder instauró la corrupción y el clientelismo, además de suprimir los más elementales principios en la conducción del Estado. La revuelta de abril de 1965 fue para reponer sin elecciones a Bosch en el poder, pero Washington, por miedo al comunismo impidió con su intervención militar que los dominicanos abrazaran una democracia basada en principios como forma de Gobierno.
Después que los soldados norteamericanos pisaron suelo dominicano, el panorama, a pesar de la férrea resistencia del pueblo, comenzó a cambiar en contra de los constitucionalistas.
Para coronar su determinación el Gobierno de Estados Unidos, tras impedir que Bosch reasumiera el poder, impuso la celebración de unas elecciones amañadas de las que surgió el doctor Joaquín Balaguer, quien se perpetuó en el poder durante 12 años sin respetar Constitución ni leyes ni nada. Con los valores que se han perdido el balance de la intervención ha sido trágico para el país.

