En Villa Verde, Santo Domingo Oeste, los padres rehúsan enviar sus hijos a la escuela General San Martín por temor a que contraigan o se contagien con el brote de malaria que se ha detectado en el sector.

El plantel está rodeado de charcos de aguas contaminadas, que a todas luces representan una amenaza para profesores y estudiantes. Pero en los Jardines del Norte, Distrito Nacional, cunde el pánico por una laguna de aguas residuales y pluviales convertida desde hace tiempo en un criadero de mosquitos.

Las denuncias no son para cuestionar el control sanitario anunciado por el Ministerio de Salud Pública contra los brotes, sino para llamar la atención sobre el riesgo que representan los cúmulos de aguas residuales alrededor del plantel escolar y en los Jardines del Norte.

En estos días lluviosos los operativos para prevenir enfermedades cobran más urgencia. Los ayuntamientos y todas las entidades públicas tienen que aunar esfuerzos para erradicar esos depósitos de aguas estancadas que sirven de criaderos a insectos y bichos que transmiten enfermedades.

Puede darse por descontado que el alcance del brote palúdico todavía no ha sido evaluado en toda su dimensión. Por el efecto tanto en la docencia como en toda la población el caso de la escuela de Villa Verde no se puede postergar.

Tiene que abordarse con todos los recursos necesarios. Pero lo mismo hay que decir de la alguna en los Jardines del Norte y de todos los lugares amenazados por el brote de malaria.