El caso de los buzos que perecieron ahogados en la laguna de Dudú, Cabrera, debe llamar la atención sobre la necesidad de establecer más controles en una práctica que, como se ha visto, tiene sus grandes riesgos.

Si dos experimentados profesionales del buceo como los italianos Carlos Barbieri, 57 años, y Carlos Basso, 44, no pudieron sobrevivir a las profundidades, a pesar de contar con los equipos necesarios, son obvios los problemas con que tropezaron.

Tras varios días de intensa búsqueda de equipos especializados, en ocasiones interrumpidas por la oscuridad en la zona, los cadáveres de los buzos pudieron ser rescatados.

Desde el 9 de febrero cuando se reportó la desaparición de los italianos la Dominican Republic Speleological Society, el Centro de Operaciones de Emergencias, Defensa Civil, Cruz Roja, la Policía y otras entidades desplegaron un gran esfuerzo para encontrar a los buzos.

El deporte es practicado por muchas personas, de las cuales algunas carecen del entrenamiento necesario y del conocimiento de algunas zonas. De ahí accidentes tan penosos como el que costó la vida en la laguna de Cabrera a los dos buzos italianos.

El suceso es para que las autoridades, Medio Ambiente, Turismo y las entidades relacionadas con la práctica tomen todas las previsiones para evitar que con un simple equipo cualquier persona se lance a explorar las profundidades marinas o de lagunas.

Más vidas no deberían perderse por falta de orientación, aunque no fuera el caso de los italianos.