La interacción entre la fuerza militar del Ministerio de Obras Públicas de República Dominicana con el equipo de ayuda humanitaria enviado a Haití no era una «invasión» como consideraron congresistas de la Comisión de Justicia y Seguridad de ese país. Como se estila en ese tipo de ayuda directa, el Gobierno dominicano, que envió 500 camiones con alimentos y medicinas, así como maquinarias sofisticadas para los trabajos de limpieza de escombros y construcción dejados por el huracán Matthew, usó los procedimientos habituales de gestión para proteger vidas y bienes materiales, una tarea compleja por el escenario de crisis que vive Haití, agravado con los daños causados por el reciente ciclón.
La misión de los militares desplegados era de coordinación, protección y cooperación que resultaba de suma importancia y que es siempre esencial cuando se trata de llevar a cabo operaciones en las que el objetivo final no es de agredir, sino de apoyar y asistir, así como laborar en la reconstrucción, un esfuerzo en que la seguridad juega un papel importante.
Cuestionar esa presencia y emplazar para que los soldados dominicanos salieran de Haití en un plazo de 24 horas, es un gesto inamistoso incalificable de sectores de la clase dominante haitiana contra este país y el personal que estaba en una misión humanitaria que consistía en asistir a los damnificados haitianos.
Ningún gobierno dominicano desde antes ni después de declarada la independencia del 27 de febrero de 1844 ha pensado, ni intentado mucho menos, recuperar la parte occidental de la isla La Hispaniola que por justicia histórica le corresponde, territorio que originalmente perteneció por más de un siglo a la colonización española hasta que le fue arrebatado por filibusteros franceses que merodeaban en el mar Caribe y sus proximidades y que finalmente tomaron en el 1640 el control de la isla Tortuga bajo el mando del enviado francés Le Vasseur.
Esta posesión fue la cabeza de playa para que los franceses se diseminaran por un tercio del territorio occidental de la isla La Hispaniola, lo que hoy es Haití.
Contrario a los dominicanos, los haitianos desde antes de independizarse abrigaban el sueño de una sola unidad administrativa de la isla, y fue así que el liberto Toussaint-Louverture, quien primero se enroló en el ejército español y luego pasó a sus antiguos aliados, los franceses, y con el cargo tras ser investido como gobernador de la parte occidental de la isla, marchó a Santo Domingo al frente de una expedición y en un mes, en enero de 1801, conquistó la parte española tras invocar el Tratado de Basilea de 1795.
Hostigados por los antiguos colonos españoles y considerando Napoleón Bonaparte que Louverture se había convertido en un rebelde que había que frenarlo, envió a la isla una escuadra, que según el historiador haitiano Jean Price-Mars, estaba constituida por 50 barcos que llevaban 21,900 combatientes, a los cuales agregaban 21 mil marinos para una fuerza de 42 mil hombres.
La flota, comandada por Carlos Víctor Manuel Leclerc llegó a Samaná el 2 de febrero de 1902 y las tropas de Louverture retrocedieron.
Luego de rendirse el liberto se retiró a su propiedad y tras una maniobra de los franceses lo apresaron un mes después y lo llevaron a Francia donde murió en una celda.
Los negros siguieron hostigando a las tropas francesas, que tuvieron una baja de más de 20 mil hombres por enfermedad, incluyendo a su comandante Leclerc.
Lograron la independencia de la parte occidental en el 1804 bajo el mando de Jean-Jacques Dessalines, quien se convirtió en el primer presidente de ese país. En su primera Constitución los haitianos consignaron la indivisibilidad de la isla Hispaniola.
Dessalines invadió la parte oriental en 1805 y causó gran daño, saquearon y quemaron las poblaciones de Monte Plata, La Vega, Cotuí, San Francisco de Macorís, San José de las Matas y Montecristi.
En su retirada las tropas de Dessalines, comandadas por Henri Christophe, degollaron en una iglesia de Moca 40 niños. No obstante esa tragedia el Gobierno dominicano donó en el 2012 una universidad a Haití, en las proximidades de Cabo-Haitiano, que lleva el nombre del comandante Christophe.
En 1820 hubo una nueva amenaza de invasión haitiana. Pero no fue hasta 1822, esta vez bajo la dirección de Jean Pierre Boyer, cuando Haití invade y ocupa el territorio por 22 años hasta que fueron expulsados el 27 de febrero de 1844 cuando jurídicamente se creó el Estado dominicano.
Por lo que con este breve repaso histórico se demuestra que los dominicanos nunca han tenido la intención expansionista, como ahora los congresistas haitianos catalogan una acción de ayuda humanitaria de República Dominicana.
Es más, los dominicanos desde antes de la independencia nacional han sido siempre complacientes con los haitianos, al punto que los trinitarios en 1844 al nombrar el país como República Dominicana y no Santo Domingo como correspondía, lo hicieron pensando en no herir la sensibilidad del pueblo de Haití, que entendiese que si lo hubiese hecho así (Saint-Domingue, que es la traducción al francés) podría recordarles a los antiguos amos franceses de ese territorio. Pero no ha habido esa correspondencia por parte de Haití como salta a la vista con estas pruebas históricas.