El rechazo de los empresarios a la reforma laboral aprobada en primera lectura por el Senado no es para entablar un pulso, sino para negociar lo que haya que negociar y corregir lo que se tenga que corregir.
Los voceros de los gremios empresariales dicen que el proyecto, lejos de modernizar las relaciones laborales, representa un retroceso.
La observación es para que se ponderen los puntos que objetan los hombres de empresa antes de aprobar el proyecto en segunda lectura.
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Por el papel que representan la generación de empleos y riquezas los señalamientos de los empresarios tienen necesariamente que tomarse en cuenta.
Se puede disentir del interés que han mostrado en la revisión de la cesantía, pero eso no significa que carezcan de razones en otros aspectos. Al menos el Gobierno, los hombres de empresa y los representantes sindicales coinciden en la necesidad de adecuar el código laboral a los nuevos tiempos.
Pero esa adecuación no puede darse de ninguna manera perjudicando a un sector u obstaculizando el desarrollo económico y social del país en beneficio de algún otro.
Los senadores harían bien en convocar de nuevo a los empresarios, sin importar que lo hayan hecho en muchas otras ocasiones, para discutir cualquier aspecto que lo amerite.
Ningún sector puede cerrarse a banda y entender que de la misma manera que la cesantía se tiene como sagrada, de igual forma tiene que evitarse cualquier tipo de deterioro al clima de inversiones.