Editorial

Retrete

Retrete

El debate político electoral de cara a las elecciones 2016 no debería iniciarse dentro de un retrete de injurias, infamias o burdas descalificaciones, cuyas aguas negras puedan enturbiar ese proceso cívico o drenar cimientos de gobernanza.

A ningún interviniente convicto por crímenes de lesa humanidad le asiste derecho de ejercer el rol protagónico de acusador, fiscal o juez sobre la conducta de líderes o dirigentes que no merecen ser lapidados por reos que pretenden ejercer rol de verdugos.

La Constitución y las leyes identifican claramente a tribunales del orden judicial encargados de recepción y conocimiento de acusaciones o denuncias sobre posibles ilícitos penales, entre los que no figuran medios de comunicación, a los que no pocas veces se pretende usar como paredón de fusilamiento.

Colocar o excluir nombres en la lista de clientes de una meretriz no ayuda a la iglesia ni a feligreses, como tampoco el proclamar que se acude a misa los domingos garantiza que se abrirían las puertas del cielo.

Quien tenga algo que decir o demostrar en torno a un ilícito penal debe acudir por ante el Ministerio Publico o de manera directa a un tribunal o corte competente, pero no es ético usar medios de comunicación para destruir con fuego la presunción constitucional de la inocencia.

Urge reducir al mínimo los altísimos niveles de contaminación que afectan al temprano debate político que amenaza con hacer irrespirable el ambiente público cuando se declare de manera oficial la apertura de la contienda electoral.

En ningún modo resulta saludable que lo que diga o deje de decir desde su poltrona carcelaria en Estados Unidos un convicto por narcotráfico determine forma y contenido del destino de una campaña electoral, cuyo prontuario de temas saldría desde una cloaca.

Los ciudadanos aspiran o deben aspirar a un debate electoral limpio, transparente, rico en contenido y elegante en la forma que permita al elector escoger la mejor entre buenas opciones. Para eso es menester que títeres y titiriteros se alejen de los retretes.

El Nacional

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