¿Qué Pasa?

Rocio Taboada conversa sobre el oficio de producir

Rocio Taboada conversa sobre el oficio de producir

Rocio Taboada no tiene problema en estar fuera del plano. Lo dice sin resignación, casi con alivio. Mientras otros ocupan el centro de la escena, ella está del otro lado, cuidando que la escena exista. Productora audiovisual, formada en Buenos Aires, su nombre figura en los créditos de decenas de videoclips, documentales, series y películas.

Taboada, trabajó con artistas que acumulan millones de vistas —Rauw Alejandro, Emilia, Duki— y también con figuras como Manu Ginóbili o Juan Martín del Potro en registros más íntimos. Y sin embargo, su tono no cambia: sigue hablando como alguien que está resolviendo algo. Sin adornos, sin títulos rimbombantes.

Se toma su tiempo para explicar, pero no por indecisión, sino porque sabe que en su oficio lo que importa no es lo que se dice rápido, sino lo que se sostiene. Habla de los proyectos como si fueran organismos vivos, con sus tiempos, sus crisis, sus ajustes. “Cada rodaje tiene su lógica. No podés aplicar la misma estructura a todo. A veces hay más recursos, a veces más presión, a veces nada de eso, pero igual tenés que hacerlo funcionar.”

Le interesa hablar de los procesos. No tanto de los resultados. Reconoce que muchos de los videoclips que produjo fueron éxito rotundo en plataformas, pero no pone el foco ahí. Le importa contar cómo se llegó. Cómo se reconfiguró una jornada cuando el clima arruinó la locación.

Rocio Taboada

Cómo se rearmó un guion sobre la marcha sin perder el tono original. Cómo se armó un equipo donde no había uno. “Producir no es solo coordinar. Es leer el estado de ánimo de un proyecto y ayudar a que llegue.”

Esa lectura —de lo visible y lo invisible— es lo que le permitió moverse con fluidez entre formatos. En el cine, aprendió a gestionar estructuras rígidas. En el videoclip, a trabajar con velocidad quirúrgica. En el documental, a esperar. “Lo documental tiene otro pulso. No lo podés apurar. Las cosas suceden o no, y vos tenés que estar ahí cuando pasa. Sin molestar, sin interrumpir. Con suerte, con escucha.”

Cuenta que en En primera persona no hubo entrevistas guiadas con cuestionarios largos. Hubo conversación. Hubo tiempo. Hubo silencio. Y que muchas de las mejores escenas no estaban planeadas. Se dieron en momentos fuera del guion, en gestos que no se podrían haber inventado. “Eso también se produce. Crear el clima para que algo real pueda pasar. Y después saber reconocerlo.”

Le cuesta hablar de “estilo” propio. No se define por una estética en particular. Acompaña lo que cada historia necesita. Pero sí tiene principios: claridad en la comunicación, respeto por el equipo, defensa del tiempo bien usado. “A veces un buen rodaje no se nota. Pero sí se nota cuando fue malo. El público no lo sabe, pero lo siente. Y eso empieza desde cómo se trabaja.”

Sobre el vínculo con los artistas, no busca caer en idealizaciones. Trabajó con figuras enormes, pero no le interesa mitificar. “Son personas. Necesitan saber que estás ahí para que lo que imaginaron se vuelva posible. Con respeto, sin ruido innecesario.” Y eso, cree, genera confianza. Cumplir lo que se promete. Estar atenta. No desaparecer, pero tampoco ocupar más espacio del necesario.

Al final de la charla, cuando se le pregunta si se imagina en otro rol —dirigiendo, escribiendo—, lo piensa un segundo. Dice que no lo descarta, pero que producir todavía le da lo que busca: perspectiva, construcción colectiva, decisiones que implican a muchos. “Hay algo muy fuerte en ver una idea tomar forma desde cero. Y saber que, aunque no aparezcas en el plano, fuiste parte de eso.”

Rocio Taboada no necesita ser vista para tener peso. Su trabajo habla, aunque sea en otro idioma. Uno que no grita, pero sostiene.