Luis Rubiales es un exfutbolista y dirigente deportivo español, presidente de la Real Federación Española de Fútbol desde el 17 de mayo de 2018, que, el pasado domingo 20 a raíz del triunfo del equipo español en el Mundial de Fútbol Femenino 2023, en el Accor Stadium de Sidney de Australia, fue primera noticia internacional desde el deporte.
Y es que, este muchacho, en plena ceremonia de premiación mundial y fiel exponente del machismo inveterado, desconcertantemente y frente al mundo, le chantó un beso en la boca a la futbolista Jenni Hermoso, goleadora del equipo, y además, se agarró sus genitales -por aquello de “olé mis huevos”- gestos que evidenciaron su talante.
Por las reacciones inmediatas de rechazo masivo en un primer momento, pidió sus “más sinceras disculpas”, siempre minimizando su invasión inconsulta.
Sin embargo, un par de días después expuso su perfil bien macho, tratando de compartir públicamente la clásica versión del consentimiento, y hasta creando un diálogo previo al beso, en el que dice haber solicitado el permiso para hacerlo. De hecho, negado por la futbolista que desmiente las palabras de Rubiales asegurando que “se sintió vulnerada y víctima de una agresión”, y que, “sencillamente no fue respetada”.
De ahí para allá, este muchacho Rubiales, como todo macho prepotente, seguro de su impunidad total frente a la sociedad cuando se trata de mujeres, está irremediablemente perdido y expuesto: suspendido por 90 días, con críticas de todo tipo en contra, renuncias de importancia a su alrededor en apoyo a Jenni Hermoso y una polémica plantada.
Tan fácil que hubiera sido reconocer su error y renunciar, es decir, reaccionar con la humildad necesaria para reivindicarse -en cualquier situación- cuando hay que alejarse de la prepotencia, el dominio y el despotismo arrasador, característica del machismo.
La cultura patriarcal y su carga profundamente discriminadora, está resquebrajándose y ya no es posible este tipo de manifestaciones de brutalidad frente a nadie, un detalle que la propia reacción contra los irremediables cambios socio culturales, no tiene en cuenta. Porque de más en más, el rechazo a las injusticias se evidencia.
Por eso decimos que, Rubiales, como Chacumbele, el mismito se mató.
Recordando al famoso trapecista cubano, José Ramón Chacón Vélez, cuyo suicidio generó en la cultura popular el significado de desapego y desinterés por la vida cuando se lo nombra en contextos así.
No hay nada más individualista y fríamente alejado de humildad necesaria y justa para la vida racional, que el machismo a ultranza.