Era un astuto y forajido aragonés con el nombre de Miguel Díaz, que huía de la justicia, por haber cometido un crimen en la persona de un compañero suyo.
Huyendo por esos laberintos del Sur, el vínculo del amor con una embrujada india le había atado. Esta india fue bautizada por los españoles con el nombre de Catalina; ella es quien le dice a Miguel Díaz sobre la existencia de una mina. Entonces, el aragonés le hace esa declaración al almirante y van a confirmar la denuncia, encontrando partículas y gránulos de oro nativo.
Es ahí cuando se empieza a explotar la mina con el nombre de “Mina de San Cristóbal” en honor al almirante.
Es por eso que algunos historiadores afirman que en Miguel Díaz recaen todas las posibilidades de ser el iniciador del nombre de San Cristóbal en 1495.
Luego la hacienda de San Cristóbal tuvo varios dueños: Los Hermanos Pedro y Alvarado Serrano en los años 1606; luego pasó a don José Antonio de Zárraga en 1780, quien vendió al señor, don Gabriel Collar.
Esta hacienda fue vendida en pública subasta por los sucesores del finado don Gabriel Collar el día 30 de junio de 1819. Fue rematada por la señora, doña María Fiurmet viuda Dupil, quien luego la donaría a su nombre y de las familias Chevalier, Tranquil y Renville. Ese mismo año la señora Fiurmet donó la propiedad al sacerdote Juan de Jesús Ayala y García.
Esta comarca pasa a ser elevada a la categoría de común con el nombre de San Cristóbal en 1822 por la disposición del gobierno del General Jean Pierre Boyer tras la unificación de la antigua colonia de Santo Domingo con la de Haití.
Luego San Cristóbal se convirtió en “Ciudad Benemérita” al votarse la primera Constitución de la Republica Dominicana el 6 de noviembre de 1844.
Por: Juan B. Nina
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