Opinión Articulistas

Sea ustedel jurado

Sea ustedel jurado

Luis Pérez Casanova

La oposición, por tradición, nunca ha sido tan ecuánime como para reconocer ningún logro importante al Gobierno de turno. Sería atentar contra sus intereses o afilar cuchillo para su garganta, es la visión que se tiene. Entonces se ha convertido en natural buscar siempre el lado flaco o la mancha de cualquier punto luminoso.

Pero en cuanto a los Gobiernos hay que decir que jamás han sido sinceros como para reconocer sus errores, porque tal confesión en política sería una suerte de pecado. De manera que cada rendición de cuentas como la que acaba de hacer el presidente Luis Abinader constituye una apertura a la confrontación, con la población como gran jurado.

El debate sobre las estadísticas, que muchos valoran no en términos generales sino con una visión muy personal, o más bien según les haya ido, no siempre se ha circunscrito a un análisis objetivo. Se ha utilizado para manipular, como una especie de apelación al sentimiento en procura de algún tipo de capital. Y esa es una de las principales razones por la que la confrontación se reduce a mero ruido político.

En la actual coyuntura el Gobierno ha tenido sus limitaciones, entre las cuales bien puede citarse la inercia para consensuar una reforma fiscal que aborde tanto las recaudaciones como el gasto. Pero en su beneficio hay que señalar que en más de una ocasión ha propuesto un pacto nacional para delinear el desarrollo del país, al que la oposición ha hecho caso omiso para no comprometerse con los efectos negativos que entrañan los proyectos tributarios.

El 57.44 % alcanzado en las elecciones de 2024 son el mejor termómetro sobre la identificación de la población con la gestión de ese primer período de Abinader. Había ganado en 2020 con un 52.5. Aunque a lo largo de sus cinco años ha citado como logros el crecimiento del PIB per cápita, turismo, agropecuaria, la industria, las exportaciones y la estabilidad económica en medio incluso de un adverso panorama internacional, cada quien tendrá que sacar sus propias conclusiones en función de su realidad.

Al margen de los avances que evidencian los números, respaldados hasta por acreditados organismos internacionales, es notorio que en estos cinco años de gestión de Abinader ha habido más luces que sombras. La oposición no lo va a reconocer, porque se apartaría entonces de su rol de exacerbar el descontento en procura de capital.

Hasta el Presidente ha reconocido que no todo está a pedir de boca. Y no puede estarlo con la herencia que recibió. Pero la última palabra sobre el balance la tiene siempre la población, que en un país como este antes de expresarla en las urnas la manifiesta a través de persistentes quejas y protestas sociales. Y eso no ha sucedido.