La sentencia del Tribunal Colegiado de la Cámara Penal del Juzgado de Primera Instancia de Santiago, que impone penas entre diez y 30 años a implicados en la tentativas de asesinato del comunicador y abogado Jordi Veras, sirve de ejemplo o referencia a justicia y a sociedad en sus esfuerzos por combatir al sicariato.
Los jueces de ese tribunal condenaron a 30 a años de reclusión al sicario que disparó a Veras el día 2 de junio de 2010, a 20 años a Adriano Román, la persona que desde la cárcel ordenó asesinarlo, y a los individuos que organizaron la trama; y a diez años a quienes participaron en calidad de cómplices.
El licenciado Veras salvó la vida de manera milagrosa, porque el balazo que le impactó en la cara, aunque le inhabilitó la visión del ojo derecho, no alcanzó áreas del cerebro, pero conforme a una grabación telefónica escuchada en audiencia, los sicarios prometieron cumplir con la encomienda de asesinarlo.
El autor intelectual de ese intento de homicidio llegó a quejarse ante el coordinador del grupo de sicarios que contrató para asesinar a Jordi Veras, porque la esperada noticia sobre el homicida no se difundía por los noticiarios, lo que demuestra que para esos asesinos a sueldos y su mandante la intención criminal fue siempre notoria.
La sociedad de Santiago, ofendida por tan despreciable conciliábulo para asesinar a un hijo de una de sus más distinguidas familias, recibe con alivio y satisfacción la decisión del tribunal que condena a largas penas de cárcel al señor Román, a los sicarios y a quienes fungieron de cómplices.
El Ministerio Publico y los jueces actuantes cumplieron cabalmente con el deber de presentar un fardo de pruebas y evidencias que sustentaron la acusación de intento de homicidio y asociación de malhechores, y los otros magistrados que pronunciaron una sentencia ejemplar.
Lo primero que se agradece a Dios es que el joven profesional sobrevivió a un vulgar intento de asesinato que le causó daño permanente en la visión, y después se resalta el regocijo ciudadano porque esta vez jueces, fiscales y Policía Judicial actuaron con diligencia, afrontaron todo tipo de chicanas procesales, y pronunciaron un fallo referencial y, en cierta medida, doctrinario.
Ojalá que con la condena a sicarios y autor intelectual de esa perversidad, justicia y sociedad asuman conciencia sobre la imperiosa necesidad de enfrentar, castigar y conjurar el asesinato por encargo, plaga criminal que se expande por toda la geografía.