Las niñas no tienen mucho futuro en nuestro país y una realidad aplastante obliga a la sociedad a pensar en el gran dilema de ser mujer dominicana.
El balance es difícil frente a la realidad sociocultural, institucional, política y económica de nuestro país en el que, los derechos de las mujeres son conculcados desde el mismo Estado administrado y sus instituciones, haciendo la cotidianidad de la mayoría de las dominicanas, complicada y pesada.
Las niñas perciben que tendrán que seguir luchando por su propia autonomía física y emocional en pleno siglo XXI, porque el ejercicio político de quienes ostentan la representación en nuestra débil democracia es corrupto, ignorante y misógino. Pautado para la exclusión y para un sujeto que es, hombre, joven, blanco y en edad de producir.
En esta realidad, la práctica política establecida, no solo violenta los derechos básicos de las personas, también desconoce la realidad de quienes excluye, manteniendo las instituciones de la sociedad dirigidas a fortalecer la discriminación permanente de personas y grupos de personas que no sean ese sujeto universal promovido desde ellas.
Y las instituciones, misóginas, homofóbicas, racistas, clasistas, establecidas como violentas -porque la discriminación es violencia- aplicarán sus “políticas de marginación” desde el absoluto desconocimiento de la realidad. Como datos para el ejemplo, en República Dominicana:
- La jefatura de hogar femenina es mayor al 40%, de acuerdo con cifras oficiales.
- La escuela dominicana es un espacio de mucha violencia para niñas y niños, de negación de derechos, de discriminación y reforzamiento de estereotipos, mitos y prejuicios, con tantas barreras en el sistema educativo que ponen en riesgo permanente la deserción escolar y la trata interna, a las niñas.
- La paternidad ausente es la regla de una familia que se sigue promoviendo y en la que, la maternidad es la cuestionada duramente.
- Pese a la libertad de cultos, se impone la misógina moral religiosa en lugar de la ética objetiva, científica e independiente de creencias.
- Somos una sociedad reactivamente violenta, en la que las cifras alarmantes se refieren como fenómeno de masculinidad desbordada.
- Tenemos un Congreso que públicamente defiende el retorno a la Edad Media.
Sin embargo, el 75% del padrón electoral, está compuesto por mujeres y por la comunidad LGBTI, la mitad de este país y el colectivo marginado es el perfil de la persona votante en las próximas elecciones, femenino y gay, además de joven.
¡Entonces, caigamos en la cuenta de una vez! Y quienes golosean votos, ¡también!