La Conferencia del Episcopado Dominicano ha vuelto a abogar por el consenso nacional en torno a una agenda común que contribuya al mejor progreso y a la paz social y a reclamar la vigencia de un modelo de liderazgo político que escuche a la población y combata con firmeza todo tipo de corrupción y engaño.
La tradicional Carta Pastoral que emiten los obispos con motivo de la Independencia Nacional apunta en su contenido hacia la higienización del quehacer político y a apuntalar la necesidad de que la administración del Estado exhiba un manejo pulcro en las negociaciones de los bienes de la ciudadanía, entre los que citan a los recursos mineros de Pueblo Viejo y Loma Miranda.
Como una reprimenda a la clase política y a la sociedad toda, la Carta Pastoral señala que la corrupción ha estado presente en casi todos los gobiernos durante el último medio siglo de historia republicana, por lo que advierte a los políticos contra lo que define como “la llamada erótica del Poder”.
El documento ha hecho énfasis en formular contundente crítica al principio que dice norma a muchos políticos que conciben la política como un ejercicio para beneficio personal, bajo el criterio de que el fin justifica los medios, por lo que pide a los cristianos involucrarse en actividades políticas con el propósito de servir y respetar principios y valores éticos.
Razones tendrán los obispos para formular tan severa crítica “al clientelismo político que ha sustituido la esencia de lo que debe ser la política como ciencia”. Quien tenga oídos para oír, que oiga, especialmente los que se sienten tentados por “el poder, que siendo un servicio, tiende a corromper”.
La Conferencia del Episcopado ha interpretado fielmente al fundador de la nacionalidad, en lo que respecta al ejercicio de la política con apego a la ética y a la verdad, porque se trata de una vocación relacionada con la sociedad y el poder, en torno a la cual confluyen otras ciencias humanas como la historia, sociología, economía y psicología.
Puede decirse que la Carta Pastoral de este año ha sido una útil y puntual reflexión de los obispos en torno a la necesidad de que la actividad política se libere del clientelismo, corrupción y de ambiciones grupales o personales, para reasumir su rol de noble quehacer que desbroza caminos hacia la concesión de los anhelos de paz, bienestar y equidad.

