Opinión Articulistas

Silencio de presidenciables

Silencio de presidenciables

José Antonio Aybar

En política, el silencio suele pesar más que las palabras. Hoy, los presidenciables del Partido Revolucionario Moderno (PRM) guardan un mutismo que desconcierta, dejando al presidente Luis Abinader expuesto en la primera línea de fuego.

Mientras la oposición dispara sin tregua, sus propios compañeros parecen preferir la cómoda distancia, como si las batallas del presente no les conciernen.

La imagen que se ve a distancia es clara. Un mandatario solo, lidiando con problemas elementales, resolviendo crisis y apostando por dejar un mejor país, mientras quienes aspiran a heredar su silla no aparecen en el escenario. Cuando el liderazgo no se defiende desde adentro, son los adversarios quienes imponen el relato. Los precandidatos del PRM parecen calcular cada movimiento con la frialdad de quienes piensan más en 2028 que en 2025.

Guardan sus voces, temerosos de quemar capital político en defensa de un presidente que, paradójicamente, es la plataforma sobre la que ellos mismos podrían construir sus aspiraciones. Pero esa estrategia tiene un costo. Un partido gobernante que deja solo a su líder envía señales de fractura, de deslealtad, e ingratitud.

Si los presidenciables no son capaces de enfrentar los ataques ahora ¿Qué garantías ofrecen de resistir cuando les toque asumir el peso de la responsabilidad nacional?.

Luis Abinader ha demostrado que no rehúye los problemas. Ha buscado soluciones, ha tendido puentes y ha enfrentado crisis internas y externas. Lo mínimo que merece es el respaldo activo de quienes, gracias a su liderazgo, tienen hoy la posibilidad de aspirar a la presidencia.

La política dominicana requiere políticos que hablen claro, que defiendan el proyecto de nación que dicen representar. Callar es contribuir con la narrativa de los contrarios y dar la impresión de que el barco se conduce sin tripulación.

El PRM debería recordar que el silencio es también un mensaje, y en este caso, uno que erosiona la unidad y mina la confianza. En política, abandonar al presidente no es solo un gesto de cálculo, es un error histórico.