Augusto Sandino, Farabundo Martí, Camilo Torres y Francisco Alberto Caamaño Deñó, son símbolos de rebeldía, en esta América en cuyo mapa aún es osado escribir la palabra soberanía. Muertos los cuatro por oficiales al servicio de gobiernos entreguistas (Farabundo en El Salvador en 1932, Sandino en Nicaragua en 1934, Camilo en Colombia en 1966 y Caamaño en República Dominicana en 1973), la sola mención de sus nombres es elocuente denuncia contra un sistema de dominación cuyos defensores tienen como meta ahogar en sangre los más sentidos anhelos de estos pueblos.
El patriota nicaragüense Augusto Nicolás Calderón Sandino, mejor conocido como Augusto César Sandino, combatió con las armas la intervención estadounidense en su país. Los oficiales que lo fusilaron aquel 21 de febrero, cumplieron órdenes directas de Anastasio Somoza García, entonces jefe de la Guardia Nacional y posteriormente jefe de un gobierno dictatorial.
La jornada político cultural que en memoria de Sandino y en homenaje al Príncipe de las Letras Castellanas, su compatriota Félix Rubén García Sarmiento, Rubén Darío, organizó la Embajada de Nicaragua en coordinación con la Universidad Autónoma de Santo Domingo, ha constituido un espacio para descubrir el encuentro entre el arte y la dignidad, dos fuentes inagotables de elementos para crear belleza.
Sandino fue fusilado justo después de firmar la paz con el gobierno de Juan Bautista Sacasa, tras la salida de las tropas yanquis ordenada por el presidente Franklin Delano Roosevelt.
El embajador de Estados Unidos en Managua, Arthur Bliss Lane, gran amigo y compañero de juergas de Somoza, fue vinculado al fusilamiento. En 1936, Somoza llegó a la Presidencia mediante un golpe de Estado, iniciando una especie de dinastía que terminó en 1979 cuando mediante la lucha armada el Frente Sandinista de Liberación Nacional derrocó a su hijo Anastasio Somoza Debayle.
La política del buen vecino con el sello de Roosevelt no impidió el fusilamiento de Sandino ni la vinculación de Lane en el hecho. Con la salida de las tropas en 1933, los mecanismos de dominación implantados siguieron funcionando.
El embajador de Estados Unidos y el presidente entreguista que consulta a la Embajada, en el episodio de la muerte de Sandino, con Nicaragua como escenario, son Lane y Juan Bautista Sacasa.
El 16 de febrero de 1973, 39 años después, en República Dominicana y en el fusilamiento de Caamaño, tomado prisionero tras desembarcar por Playa Caracoles encabezando un grupo guerrillero, Embajador y entreguista son Francis E. Meloy y Joaquín Balaguer, y hay que destacar el protagonismo del agregado militar, Bryan J. Bosch.
En El Salvador, en 1932, la derecha entreguista representada por el dictador Maximiliano Hernández Martínez, hizo fusilar al dirigente comunista Farabundo Martí por tomar participación protagónica en la organización de una revuelta campesina. Las tropas oficialistas mataron, días después, a miles de campesinos. Con el apoyo del imperialismo se impuso en ese país el dominio de los herederos de Hernández, ligados a la creación de los escuadrones de la muerte, los jefes del hoy gobernante partido Alianza Republicana Nacionalista, ARENA.
El sacerdote Camilo Torres, en Colombia, fue muerto por negarse a tolerar la injusticia y a cohabitar con los corruptos. Dejó los hábitos para integrarse al Ejército de Liberación Nacional, entendiendo que a la exclusión y a la injusticia en su país se añadía el fomento del sicariato en un clima de impunidad. El 15 de febrero de 1966, en Patio Cemento, fue muerto por soldados de la Quinta Brigada de Bucaramanga.
Hoy, cuando la derecha y la ultraderecha del continente buscan el modo de aprovechar la nueva coyuntura política creada en Estados Unidos con la llegada a la Casa Blanca de Barack Obama, y hacen lo imposible por maquillar el autoritarismo (el vicio del mentiroso), es preciso sacar cuentas, y levantar los símbolos en señal de que nuestros pueblos habrán de hacer lo posible y lo imposible para impedir que sean ahogados en sangre sus anhelos de justicia.