Editorial

Sin nombre ni apellido

Sin nombre ni apellido

En su discurso ante la 69ª. Asamblea General de Naciones Unidas (ONU), el presidente Danilo Medina formuló un vehemente llamado a la comunidad internacional para que acuda en auxilio de Haití y se pueda documentar a sus ciudadanos en su territorio y a quienes viven en República Dominicana.

Para que las grandes metrópolis no aleguen ignorancia, el mandatario dominicano expuso ante ese foro el drama de un país vecino donde la mayoría de sus habitantes son como fantasmas, pues carecen de la documentación que acredite nombre y apellido ante un Registro Civil.

Ese drama se extiende a territorio dominicano con el trasiego de una población de inmigrantes indocumentados que también carecen de documentos personales, por lo que literalmente no existen para los fines del programa de regularización migratoria que ejecuta el Gobierno.

“Ayuden a Haití, ayúdenles a documentar a su gente, tanto en su territorio como en el nuestro, pues la documentación es el primer paso para disfrutar de un amplio conjunto de derechos”, clamó el presidente Medina al exponer la insólita realidad de una nación donde oficialmente la mayoría de su población carece de nombre y apellido.

Con el abordaje de ese drama y su pedido de auxilio a Haití, el presidente Medina parece adelantar razones valederas para cuando una comunidad internacional prejuiciada intente culpar al Gobierno dominicano ante la eventualidad de que no sea posible regularizar la situación migratoria de indocumentados sin nombres ni apellidos.

No olvidar

A las presentes y futuras generaciones les corresponde el deber de no olvidar ni permitir que se archive en gavetas de olvido el desgraciado episodio del golpe de Estado contra el gobierno democrático de Juan Bosch, del que hoy se cumplen 51 años.
Quienes perpetraron esa asonada y sus mandantes extranjeros malograron un sublime sueño del pueblo dominicano de instaurar una auténtica democracia política después de sufrir 32 años de una cruel dictadura.
El golpe de Estado de 1963 fue causa directa de regímenes sustentados en la corrupción y la represión, de una guerra civil y de posteriores gobiernos de cuestionada legitimidad. Hoy, cuando los dominicanos han recorrido un buen trayecto hacia la anhelada democracia, no debería olvidarse ese infausto suceso.

El Nacional

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