Ciro Carpio consumía los mejores filetes y wiskys en restaurantes de primera, enamoraba a casadas y a mujeres de amigos, con algunas de las cuales se casaba y divorciaba en un abrir y cerrar de ojos. Ese directivo empresarial era bien habilidoso, engatusaba al más astuto y se valía de artimañas para conseguir dinero, en fantásticos actos de corrupción, para acumular riquezas y darse la buena vida.
Ciro Carpio comenzó a ponerse nervioso y atropellaba a cualquier, y todas estas malas andanzas le procrearon una enfermedad cardiovascular; a cada rato le daba un patatús y empleados tenían que cargarlo hasta un centro médico. Se retiró lleno de papeletas y rencores.
La enfermedad lo fulminó, yno fue recibido por San Pedro. Después de echarlo en un hoyo, acamparon cinco episodios llamativos. 1.- No mencionan su nombre. Desde su esfumación, a su velatorio en la casa, no en la funeraria, su nombre no fue visto en ningún obituario, esquelas o necrológicas, mucho menos en las noticias, porque no tuvo trascendencia pública y ni participó en una obra socio-comunitaria de significación. Su apelativo tampoco tuvo referencia en organización alguna. 2.- Jamás recibió homenaje.
Al carecer de un legado educativo, cultural, religioso, deportivo, corporativo, político, gremial, laboral, artístico y social, no se acreditó para que le rindieran tributo de vida. No apareció en un álbum. No asumió compromiso social alguno. Se movió en la sombra, sin efectuar un solo acto de justicia. 3.- Sin velas en el sepulcro.
En la tumba de Ciro Carpio nunca prendieron una vela. Ese espacio gris de la muerte permaneció a oscura, sin iluminar. No se escucharon oraciones ni la lectura de las enseñanzas bíblicas. Nadie acudió el Día de los Difuntos, como si tuviera en el purgatorio, en un velo supersticioso y místico. Día y noche, el sepulcro lucía sombrío, en una penumbra sin sentirse el alma del muerto. 4.- No dejar ningún legado.
Cuando el alma abandonó su cuerpo, cesó su existencia en el tiempo cósmico, pero sin dejar un solo rastro ni un recuerdo adornado de valores significativos para sus hijos, nietos y la sociedad. No contribuyó absolutamente en nada, ni siquiera en una actividad filantrópica. 5.- Sin importarle la historia. Ciro Carpio no creyó en la gloria ni en el infierno, mucho menos en los relatos pretéritos.
Todo lo redujo a la incredulidad, y en su anomia y crisis existencial prefirió la crítica sin reconocimiento y se reveló rebelde contra los principios religiosos, éticos, gnoseológicos y científicos. ¿Cuántos Ciro Carpio, que no acepta ningún principio, usted conoce? ¿Cree que puede ayudarle a echar por tierra su mundana vida? ¿Se atreve a ayudarlo a cambiar su dogma o concepto teleológico?